Del
Nacionalismo al Humanismo Superior
Por Álvaro Jordán
El nacionalismo
es una ideología y un movimiento político, económico y social inmerso en el proceso de concentración de
poder de la etapa capitalista en la era de la civilización.
La
historia de la era de la civilización es el resumen de los procesos
socio-económicos que expresan el control del poder de las minorías explotadoras
sobre las mayorías explotadas, defensoras del humanismo, y cuyas relaciones se
dan sucesivamente en estructuras estatales de sociedades esclavistas, feudales
y capitalistas.
El
nacionalismo emergente se establece en Europa en la forma de Estado-nación, el
año 1648, con el Tratado de Westfalia. Este tratado terminó con la sangrienta
guerra religiosa, que padeció Europa durante treinta años. Definió los
principios de la soberanía nacional del sistema de Estados europeos, centralizó
los privilegios nobiliarios y religiosos de las élites hegemónicas desahució al
viejo orden feudal y consolidó los imperios coloniales ya constituidos, con los
que Europa se distribuía la expoliación
de los pueblos y territorios de América, África, Asia y Oceanía.
El
nacionalismo moderno es una construcción, resultado de la competencia entre el
poder de la burguesía emergente de la revolución industrial y las luchas
humanistas de los pueblos en un esfuerzo por desplazar los restos del viejo
poder feudal. El hito referencial europeo más importante es la revolución francesa. Es el triunfo
político sobre el orden monárquico, que frenaban su desarrollo económico, al
mismo tiempo es la consolidación de la
soberanía estatal en los espacios nacionales frente a la competencia con otras burguesías nacionales, así como es la
imposición de su autoridad a las mayorías populares para someterlas y apropiarse
de su excedente del trabajo y de las riquezas naturales del territorio.
El
nacionalismo es el engaño de la élite capitalista con el que consigue
apoderarse del poder abusando de la ingenuidad popular y logrando así el apoyo
de las mayorías. El nacionalismo se construye sobre una larga historia común
del pueblo, que posee una lengua común, una cultura común, ocupa un territorio
sobre el que se establece un Estado-nación y asegura un mercado interno para el
beneficio de las minorías capitalistas.
El
triunfo definitivo del capitalismo sobre
el feudalismo estuvo ligado en todo el mundo a movimientos nacionales. A partir
del nacionalismo sumado a la concentración de poder en Europa de territorios de
ultramar sometidos se establece el sistema colonial mundial conocido como
eurocentrismo.
Otro proceso paradigmático del nacionalismo es el
recorrido por los Estados Unidos de Norteamérica, con la variante Centro y Sud
americana, que luego se reproduce en el resto del planeta.
La independencia de las trece colonias inglesas
en Norteamérica se consigue por la conjunción de la decisión libertaria asumida
por el pueblo colonial, con los intereses
europeos en la lucha por el control colonial, en este caso de Francia y
España contra el imperio inglés. Lo que ya nos está indicando la importancia de
la coyuntura, que ofrecen las luchas imperiales en la consecución de los
objetivos nacionales. De igual forma la independencia de Centro y Sud América
se da como resultado de la intervención francesa en España y el cerco
establecido por el Imperio británico y portugués a España, combinado
simultáneamente con las reivindicaciones humanistas de los pueblos americanos, hegemonizados
por la herencia colonial criolla y las burguesías nacionales emergentes. Las
motivaciones reivindicativas de los pueblos sometidos por el poder siempre
fueron de contenido humanista.
Hay que diferenciar el proceso norteamericano del
sudamericano y centroamericano en el sentido de que los del Norte logran una
independencia efectiva en relación a la hegemonía europea, mientras que el Centro
y Sudamérica sólo cambian la dependencia, transformando el colonialismo en un
neocolonialismo, estos son Estados con soberanía interna, pero con
administradores nativos al servicio de
intereses internacionales de carácter imperial.
Esta diferencia surge de la conjunción del
respeto, que se logra en el Norte, con el reconocimiento de la soberanía
interna y el fortalecimiento internacional, que se genera mediante la unión de
las colonias liberadas en un Estado federal. De esta manera se consolida el
conjunto frente a las aspiraciones eurocentristas. Con este fortalecimiento, el
crecimiento del poder en la competencia con los estados imperiales europeos,
nace un nuevo fenómeno, que es la transformación del Estado nacional
norteamericano en un nuevo Estado imperial, que en el transcurso del siglo XX
logra la hegemonía mundial capitalista. (El término “capitalista”,
holísticamente considerado, incorpora el capitalismo privado, el capitalismo
estatal y el capitalismo mixto, desarrollado por los países del capital privado
y por los llamados países socialistas).
En América del Sur y Central, la división interna
lleva al sometimiento neocolonial de estos países a los centros imperiales
europeos y posteriormente, en el siglo XX, al norteamericano, al japonés, al chino,
al soviético o ruso, y a otros. En la actualidad cada uno, a su manera, lucha
por su independencia económica. Sin embargo, tanto en Norteamérica como en Sudamérica
y en el mundo entero el objetivo de todo movimiento nacional es formar Estados
nacionales para la explotación de las parcialidades internas y sobre esta base entrar en la competencia
internacional por la hegemonía mundial.
De esta manera el sistema mundial de Estados en
el proceso de concentración de poder se constituye en un sistema caótico en una
confrontación destructiva por el crecimiento del poder burgués imperial, que
amenaza la existencia misma de la humanidad. En el fondo del nacionalismo
podemos reconocer etnias o naciones nativas sometidas en todo el mundo,
regiones sometidas al centralismo colonial en todo el mundo o finalmente
sectores obreros, campesinos, profesionales y empresariales pequeños y medios
explotados en todo el mundo. Esta es la esencia del nacionalismo, poner al
servicio del poder a las grandes mayorías en un proceso de creciente control y
concentración del poder, y con ello su posterior transformación en imperialismo en una lucha permanente por incrementar el poder hasta
lograr su anhelada supremacía mundial.
Esta lucha por el poder es la que en situaciones
extremas el nacionalismo ha devenido en expresiones monstruosamente inhumanas
como fueron las dos guerras mundiales
del siglo XX, así por ejemplo la
última, impulsada por las aspiraciones de los países del eje
nacional-socialista conformado por Alemania, el Reino de Italia y el Imperio
del Japón (Eje Nazi-fascista), por lograr una nueva distribución de las
colonias del tercer mundo. En el intertanto se vienen dando múltiples
dictaduras de izquierdas y de derechas, cuyos ejemplos paradigmáticos son las
de Joseph Stalin en la época del naciente imperio socialista europeo, junto con
la Dinastía Castro en Cuba y la Dinastía Kim en Corea del Norte en el frente de izquierdas y la de Adolf Hitler en la
Alemania Nazi, la de Augusto Pinochet en
Chile y la de Francisco Franco de España, en el de derechas, entre otras, en su
afán por imponer con la brutalidad del poder un sistema de explotación mundial y
de concentración de las riquezas.
Sin
embargo los graves problemas de pobreza y miseria no disminuyen, al contrario,
mientras los grandes propietarios se enriquecen escandalosamente, las grandes
mayorías se empobrecen, irremediablemente más (Ver Piketty, Capital in the XXIs
Century).
El
resultado de esta situación se expresa en una creciente fuerza de rebeldías que
cubren el mundo entero, se manifiestan de diversas formas y presagian cambios
profundos en la estructura económica, social y política de la sociedad toda. En
todo caso el factor común actual es el rechazo al sistema imperial y neocolonial
capitalista.
Ahora, cuando se habla del sistema capitalista
ya no se refiere sólo al capitalismo privado. Uno de los resultados de la
crítica al fracasado socialismo es su reconocimiento como una variante estatal
del capitalismo, ya que se asienta también en la explotación del pueblo en
beneficio de la burocracia estatal en manos del partido de gobierno y en el
sostenimiento del poderoso Estado al servicio del capital estatal y del capital
privado. Razón por la que las izquierdas y derechas se encasillan en un mismo
frente de explotación capitalista de los pueblos, constituido por un sector
estatal, un sector privado, y un sector mixto con hegemonía ya sea privada o estatal.
Cualquier
intento de solución a los problemas que enfrenta el sistema entra en
contradicción consigo mismo, ya que toda mejora tecnológico-administrativa
introducida para asegurar la competitividad implica el aumento de la
desocupación y la pauperización del pueblo, agudizando la crisis y transformándose
en un sistema caótico, en el que las rebeldías, a causa de la insuficiente
consciencia, todavía se dejan llevar por posiciones nacional-populistas de la
pequeño-burguesía, con muchas buenas ofertas, pero que luego cuando acceden al
poder retroceden a alguna de las variantes del capitalismo, ejemplo
paradigmático de este proceso en América es el de la corriente del Socialismo
del Siglo XXI cuyos gobiernos, como el de Argentina, Bolivia, Brasil y
Venezuela, entre otros, las generosas ofertas iniciales en beneficio de las
mayorías poco a poco van siendo recortadas, convirtiendo el gobierno en otro,
de un Estado explotador más y además represor. Como ejemplos de Asia y África
podemos mencionar los distintos movimientos identificados como los de la Primavera
árabe, todos luego de acceder al poder, después de introducir algunos
paliativos populistas han dejado a un lado sus ofertas y vuelto al sistema de
explotación tradicional con Estados dictatoriales, civiles, militares o
monárquicos, enfrascados en guerras internas contra el propio pueblo
Europa
es el continente donde se aprecia mejor la tendencia del sistema de poder
mundial. La crisis del sistema de poder implica la crisis del sistema de
Estados, arrastrando consigo al sistema de partidos y sus liderazgos Es el
resultado del creciente debilitamiento del sistema imperial, cuyo quiebre descontrolado
fue la implosión de la Unión Soviética y su transformación en 15 repúblicas
independientes, entre el 1990 y el 1991. Paralelamente los satélites de la
Europa Oriental también lograron su independencia nacional, profundizando el
nacionalismo, en algunos casos llegó a la balcanización, como sucedió con las
divisiones de Yugoeslavia, de Checoeslovaquia, de Georgia y Ucrania. De los dos
últimos nace un número considerable de nuevos Estados todavía no reconocidos
por la ONU, como Abjasia, Osetia del Sur, Transnitria, Crimea, Lugansk y
Donetsk, países que aceptaban la sumisión sólo por la imposición del poder del centralismo de Estado en la forma de un
colonialismo interno.
Es
el afloramiento de los sentimientos nacionales, regionales y sociales de
múltiples sectores sometidos por el sistema de poder. Continuando con Europa,
la Unión europea, como capitalismo asociado al norteamericano, se encuentra en
proceso de transformación a causa de las reivindicaciones localista que
aparecen en todos los componentes de la Unión a través del surgimiento de
partidos, que expresan la existencia de un proceso creciente de recuperación
nacional, tradicionalmente marginados por el sistema bipartidista, que ha
dominado el continente.
Es
una corriente, que preservando las aspiraciones imperiales de la Unión europea,
promueve el capitalismo estatal mixto, de rechazo al neoliberalismo y a su
dependencia del imperialismo norteamericano, que utiliza la democracia burguesa
como método de acceso al poder, siguiendo la experiencia del Socialismo del
Siglo XXI, con un discurso reivindicativo de las aspiraciones populares y de
crítica descarnada a los insolubles problemas, particularmente de contenido
humano, que el régimen tradicional soslaya. La crisis del sistema, que se
expresa en el incremento de la desocupación, de la pobreza, con su secuela de
deficiencias educativas, de salud, vivienda y seguridad, la incontenible
corrupción, la criminalidad y el abuso impune del poder, que alimenta las
aspiraciones populares y transforma rápidamente estos movimientos en
instrumentos de poder, por supuesto con todos los elementos degradantes que su
uso implica.
Luego
del triunfo de Syriza en Grecia surgen nuevas corrientes de pensamiento en los
distintos miembros de la Unión, como PODEMOS en España, el Frente Nacional de
Francia, el Partido por la Independencia en Gran Bretaña, el Movimiento 5
Estrellas en Italia y otros como Alternativa para Alemania, cuyas propuestas,
si bien pueden ser de derecha o izquierda, tienen el común denominador de
reclamar contenidos nacionalistas. Es muy ilustrativa de esta realidad la
alianza que sostiene al nuevo gobierno de Grecia el que se ha consolidado con
un acuerdo entre la izquierda de Syriza y el nacionalista Griegos
Independientes de derecha.
El
triunfo de estas corrientes de populismo nacional está demostrando la
persistencia de la inmadurez de las organizaciones del pueblo, las que todavía
se dejan arrastrar por los intereses del poder expoliador de la pequeña
burguesía estatal y privada, en contra de los intereses de las organizaciones
de bases, para reeditar una vez más el viejo nacionalismo, generador de todas
las calamidades ya vividas. No se trata de otra cosa que de una corriente
restauradora del capitalismo, con la única diferencia de transformar apenas la
hegemonía del capitalismo privado en estatal. De cualquier forma la propaganda
populista es útil en la profundización de la conciencia popular y en el
debilitamiento del poder imperial, aunque retrasa los verdaderos cambios de la
revolución pacífica del Humanismo Superior.
El
pueblo, en su pluralidad, viene desarrollando un pensamiento humanista, que
cada día gana nuevos adeptos, domina la democracia en las calles y ante la
insuficiente organización es mal usado por los partidos nacional-populistas en
una manipulación demagógica.
Un
resumen breve de este nuevo y efervescente pensamiento, lo condensamos como
sigue:
El
ser humano como resultado de su evolución incorpora en sus genes una capacidad
de auto perfección, origen de la esencia humanista del ser. Sin embargo la
existencia del ser humano se desarrolla condicionada por el medio que lo
envuelve, esto es las relaciones con los otros humanos y con la naturaleza. En
esta relación vivió una era de humanismo primitivo, luego la era de la
civilización y ahora se prepara para la nueva era del humanismo superior.
En
la etapa actual del nacionalismo, la ausencia de una conciencia para sí en los
sectores de bases está indicando que la tarea acuciante en el movimiento
popular es la elevación del conocimiento de las bases sobre los fundamentos del
humanismo superior, para lograr una organización que esté en condiciones de
vigilar a los representantes y delegados en el cumplimiento de sus mandatos e
impedir que los partidos nacional-oportunistas sigan engañando a las masas. La
difusión digital del conocimiento está dando grandes pasos en la superación de
esta conciencia, lo que permite augurar la pronta insurgencia consciente de la
organización de las bases y la correspondiente generación de la autoridad de
abajo hacia arriba. El espacio digital se está convirtiendo en el principal
campo de batalla ideológica entre el humanismo superior, que defiende la
difusión abierta del conocimiento en las redes informáticas y el poder, que
intenta poner bajo su control la manipulación del conocimiento en beneficio de
las minorías explotadoras, como ya lo hacen en China, Cuba, Corea del Norte, Rusia
EUA y otros. Es el campo de batalla, junto con el resto del mundo, por la defensa
del su uso democrático por el pueblo y los intentos del sistema estatal por
introducirlo a su control.
El
poder piramidal es el enemigo número uno de la realización de los principios
humanistas de la sociedad. El poder es el origen de toda degradación humana,
por lo que es imprescindible eliminar el poder vertical en toda la sociedad
para reemplazarlo por la voluntad de las bases, sustento fundamental de los
principios humanistas, permanentemente reclamados por la sociedad. La
pluralidad de intereses de la diversa composición de los pueblos hace inviable
el centralismo de Estado como solución efectiva a esta multiplicidad de
intereses. Solo la búsqueda de las soluciones desde las bases mediante el diálogo
constructivo hará posible la atención multilateral a la solución de los
intereses de la diversidad popular, ya sean estos étnicos, nacionales, regionales,
sociales, culturales y económicos, entre otros.
Una
crítica seria que se hace al sistema democrático burgués vigente es la sectarización
de las decisiones del poder ejecutivo, legislativo y judicial. Los distintos
partidos son cómplices de esta situación, negocian sus principios a cambio de pegas y de su participación en negociados,
al legalizar el abuso contra el derecho ciudadano de toda la población a la
atención de sus necesidades. Todos tienen derecho a ser escuchados y atendidos.
Este es un derecho fundamental, que reivindica todo el pueblo, ya que éste lo
conforman todos los sectores. Por lo tanto los partidos políticos, así como las
dirigencias partidarias han perdido toda legitimidad al comerciar sus
principios fundamentales, por un compromiso sectario y por el desconocimiento
de la pluralidad.
La
eliminación del poder vertical implica, necesariamente, la eliminación del
Estado como instrumento del poder y su reemplazo por una administración
coordinadora, expresión de la voluntad de las bases, responsable de administrar
los servicios y gestionar la producción.
El
principio fundamental del Humanismo Superior es la integración del ser
individual con el ser social, es el reconocimiento de su manifestación
simultánea en el ser humano. El diálogo constructivo juega un papel fundamental
en el consenso de las distintas manifestaciones del ser: entre individuo e
individuo, entre individuo y comunidad y entre comunidad y comunidad.
La
esencia del capitalismo, sustento del poder, es la apropiación privada y/o
estatal del excedente del trabajo, es a su vez el origen de todas las
calamidades humanas por lo que su eliminación es imprescindible para la
creación de condiciones imprescindibles para el desarrollo humano.
El
Humanismo Superior reconoce la riqueza como resultado del trabajo del pueblo
por lo tanto éste debe ser el propietario de la riqueza. Plantea la devolución al
pueblo, de los beneficios del trabajo, de la propiedad y de la riqueza y
reivindica su decisión autogestionaria, de una democracia directa y
participativa.
En las
Tierras del Libertador Grigotá
Abril
2015.
Fromm E, 1961,
Marx y su concepto del hombre, http://es.scribd.com/doc/59907538/Erich-Fromm-Marx-y-Su-Concepto-Del-Hombre#scribd. 2015.
Foucault M, 1976, Las redes del poder,
Jordán A,
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Jordán A, 2013, Estados
fallidos: transición al Humanismo Superior,
Piketty T, 2014, Capital en el Siglo XXI., Fondo de cultura
económica. México.
Polo L,
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Psicología Humanista: Historia, concepto y método, Anuario de Psicología, Nº 34
– 1986, Fac. Psicología, Univ. Barcelona.
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