El Anciano
D. Álvaro Jordán M.
Así lo llama el cariño familiar tradicional, al mismo
que la cultura popular en inconsciente aceptación de la política gerontocida del
Estado califica de viejo y la fatuidad de la racionalidad científica,
frívolamente describe como persona de la tercera edad.
El anciano después de vivir muchos años, con cientos
de libros leídos y una larga experiencia acumulada ha elevado su espíritu a un
mundo diferente. Disfruta con alegría el poder conversar con alguien que lo quiera
escuchar, pero pronto encuentra que aburre a sus interlocutores. En un medio
donde toda ignorancia tiene asiento, no pueden entender la grandeza del
pensamiento del anciano, de esta manera para no afectar a sus relaciones se va
encerrando consigo mismo y aprende a amar su soledad, con indulgencia llegó a aceptar
la insuficiencia de las condiciones sociales que impiden comprender las
exigencias de cualquier pensamiento nuevo.
El hijo que lo visita cada lustro, llegó. Curioso por
su transformación en ermitaño, le preguntó sobre la enfermedad que le impedía
salir de la casa, ¿por qué se aisló de la familia?, ¿era tan grave su dolencia?
El anciano con cierta confusión, dudando si preguntaba
por su limitación física o por su aislamiento espiritual contestó …resolviendo
la preocupación por la primera idea, pues la segunda sería larga de explicar y
de cualquier forma lo iva a aburrir…por lo que dijo... la verdad, es que no sé,
pero, voy a intentar explicarte, por qué no sé. Entiendo que no comprendas, cómo
es que no sé, cuándo he estado en manos de tantos médicos a lo largo de mi vida,
y agregó:
Si al abuelo le pudieras preguntar: ¿de qué murió? con
aires de suficiencia, como si supiera lo que no sabía, diría con resignación que
murió de viejo, como si el ser viejo fuera una enfermedad. La verdad es que
murió de depresión, una de las tantas enfermedades identificadas como propias
de la vejez.
La vejez, como enfermedad, es un concepto acuñado por
la cultura de la ambición por la riqueza, el que no se enriquece entra al
círculo de los que se empobrecen y los
ancianos, en su categoría de viejos, así como los discapacitado, entran a la
categoría de desechables, que ya no aportan riqueza a la sociedad y se
transforman en cargas indeseables que hay que eliminar o dejarlos en el
abandono para que se consuman lo más rápido posible, para ello los pagos
jubilatorios son reducidos al mínimo
posible, se apropian de sus ahorros cuando logran una muerte temprana de
los ancianos mediante el sistema de salud y el seguro social, que ignora
totalmente las necesidades de los ancianos; también las obligaciones del
trabajo, las familiares y todo un mundo de exigencias hacen que hasta los
parientes más allegados abandonen al anciano. Todo dirigido por el Estado
gerontocida, con una cultura promovida oficialmente mediante el sistema
educativo centralizado.
Esta política fue establecida oficialmente por el
fascismo hitleriano. Con su derrota parcial quedó como herencia cultural en el
sistema de estados nacionalistas del mundo entero.
En cuanto al anciano, explicaba, que temprano, ya a
los 30 años le apareció una sinusitis que los médicos del sistema de salud de
la capital no pudieron controlar. Deambulando por el mundo hizo pascana en uno
de los mejores países europeos, Alemania, donde le volvieron a tratar la
sinusitis, sin ningún resultado. Finalmente, después de muchos años volvió a su
tierra, la de gente buena, de la ciudad más dinámica del continente, con la
vieja sinusitis y otras complicaciones raras. Le atendieron los médicos del
mejor sistema de salud de esta progresista tierra. El Neumólogo dijo que los
pulmones estaban perfectos, incluso descubrió las cicatrices de una neumonía
juvenil, pero por si acaso le dio una dosis suficiente para cualquier problema
que pudiera tener y no haya sido detectado, el anciano las consideró
innecesarias. El otorrinolaringólogo después de agotar sus recursos indico que el
problema correspondía al gastroenterólogo, este hizo cultivos y aplico los antibióticos
que resultaron del mismo y nada, hizo otro cultivo con idéntico resultado,
finalmente un tercer cultivo no dio nada. El desdichado médico explicó que se
trataba de una bacteria especial, propia del deportista, que se escondía y aparecía
según el nivel de defensa personal.
Un día, sin saber por qué le apareció una artrosis de
rodilla, después de tres o cuatro años de tratamiento, la debilidad y los
dolores se extendieron por todo el cuerpo, el especialista, diagnosticó
inflamación muscular y luego de un periodo de mejoría volvió el ataque de la
enfermedad, el diagnóstico indicaba una enfermedad crónica por lo que la
medicación sería permanente El anciano considero la enfermedad crónica como una
enfermedad para la que el médico no
tenía solución y sin mayor discusión rechazó continuar medicándose los corticoides
recomendados, por sus efectos colaterales.
Los médicos dieron muchos nombres a la enfermedad,
según la especialidad del mismo. Uno habló de problemas renales, otro de
problemas hepáticos, a pesar de que los análisis nunca mostraron nada, otros
hablaron de candidiasis, de polimiositis, de fibromialgia, de inflamación
celular, de enfermedades crónicas no conocidas, y finalmente del metabolismo
celular lento. Como se puede ver la amplitud de las opiniones y la ausencia de
resultados mostraron que los especialistas no conocían el problema, por lo tanto,
el anciano, le aclaró a su inquisidor que esa era la razón por la que él no
podía saber la causa de su terrible enfermedad.
La visita, debía regresar a cumplir sus obligaciones
laborales en un país del Norte donde había emigrado ya hacía muchos años y vería
por última vez al padre que ya se encontraba abandonado en un hospital público.
Era una tarde tórrida cuando el desdichado anciano descansaba su cuerpo
semidesnudo, ya encogido por los años, todavía como buscando refrescar un
último hálito de vida con el que resistía la ingratitud final con que la
humanidad le devolvía el sacrificio de toda una vida de entrega. Se acercó al
desdichado sin despertarlo y observó en el huesudo cuerpo extraños rastros de
sangre, eran múltiples rasguños y moretes que se extendían por el flácido
cuerpo, las muñecas y manos, en el cuello y en la cara. Evidentemente era el
resultado de una heroica lucha que había sostenido resistiéndose a los abusos
del personal que lo sometían a la fuerza, obligándole a tolerar los tratamientos
que le imponían supuestamente en cumplimiento de sus obligaciones curativas con
inhumana crueldad, haciendo el papel de verdugos del ya moribundo anciano.
En las Tierras del Libertador Grigotá
Febrero 2019