sábado, 17 de enero de 2015

Humanismo y Poder

Humanismo y Poder
Por: Álvaro Jordán
Los temas del humanismo y el poder corresponden a la esencia misma del ser humano. Es una unidad contradictoria, que determina el proceso existencial humano, por lo que su análisis obliga  a plantear esta reflexión a partir del nacimiento del ser.

Reconstrucción del Australopithecus afarensis[1]
Sus ancestros formaron parte del tronco común del orden de los primates, que existieron ya hace más de 7 millones de años.
A partir de ellos, entre los 7 y 6 millones de años, algunos de sus descendientes empezaron a diferenciarse con características humíninas, cuya familia se la identifica como homíninos. Se comenzó a producir la bipedación con los pre-austrolopithecus, la que  se configuró totalmente con sus descendientes, los australopithecus, entre los 4 y 2,5 millones de años atrás.
El género Homo aparece hace 2,8 millones de años, el que continuó evolucionando hasta llegar a conformarse la especie del Homo sapiens, el ser humano actual, hace aproximadamente 200 mil años.
Fueron los desequilibrios provocados por los cambios de la naturaleza en el planeta tierra los que dieron origen a la vida, a los procesos evolutivos y a la selección natural, en una reacción caótica del sistema interno del ser por establecer condiciones compatibles con las del sistema exterior, en las que, para cada nacimiento de una variante progresiva del ser nacían muchas variantes regresivas, que la selección natural se encargaba de decantar. Las variantes  regresivas son rápidamente eliminadas, mientras que las variantes progresivas se multiplican y saturan el medio, entrando a una etapa de competencia, donde, de acuerdo con la opinión de Charles Darwin, expuesta en la “El origen de las especies”, se impone el más apto, generalmente identificado como el más fuerte, ya sea física, química o biológicamente. Cuando el sistema interno de la especie humana no logre mantener sus variables ajustadas armónicamente con las de la naturaleza externa, el ser humano desaparecerá.
Los antecesores de los homíninos, los homínidos, eran animales arbóreos, vivían sobre las ramas de los árboles y desplazándose sobre el suelo, alimentándose de retoños y frutas. Estaban adaptados para ese ambiente. La transformación de los bosques en praderas, a causa de cambios climáticos sufridos por la naturaleza, la necesidad de desplazarse por terrenos abiertos favoreció a las variantes que empezaron a caminar erguidos sobre la tierra, las que sobrevivieron fueron las que se adaptaron mejor a las nuevas condiciones del medio y desarrollaron nuevas cualidades evolutivas como ser la conformación de manos muy flexibles, con el pulgar opuesto a los otros dedos, se modificaron los pies haciéndose más aptos para caminar, las caderas se modificaron, así como la columna vertebral y lo más importante, se produjo un desarrollo significativo en la capacidad cerebral. Estos primeros homíninos, debido a su condición física, relativamente desprovistos de defensas naturales, poco a poco se adecuaban, desarrollando nuevas cualidades adaptativas; después de la bipedación, desarrollaron la capacidad de pensar y con ello la construcción de armas y herramientas con lo que  mejoraron su capacidad defensiva en la lucha por la vida.
En etapas posteriores, diferenciados ya como el género Homo, desarrollaron nuevas cualidades como fue el lenguaje, la autoconciencia, mejoraron nuevas  herramientas y con el control del fuego diversificaron sustancialmente su alimentación y conquistaron nuevos espacios de territorios gélidos,  estableciendo así la supremacía territorial sobre el resto de animales. Cualidades que diferenciaron definitivamente el comportamiento animal y el comportamiento humano.
La adaptación a las nuevas condiciones había generado una nueva forma de manifestación de la materia. Había nacido la capacidad psíquica del ser, que determina la condición humana. Por un lado la fuerza, cualidad animal heredada del mono, junto con la capacidad mental, adquirió la forma de poder.  la que entró en permanente colisión con la otra nueva peculiaridad mental humana, el humanismo, expresión de la conciencia; cuya consecuencia dialéctica fue la apertura de enormes  posibilidades de desarrollo del nuevo ser que había surgido.
El instinto gregario, con el que conformaban los monos las fuerzas necesarias para enfrentar enemigos más poderosos, se transformó en una conciencia social humana con enorme potencial para triunfar en la competencia por la vida.
La sociedad primitiva, en sus inicios estaba constituida por agrupaciones naturales de parentesco. En su interrelación con la naturaleza logró desarrollar comportamientos, que en conjunto se pueden identificar como las de una sociedad de avanzados contenidos espirituales. Consolidaron relaciones, que Dominique Temple llama de reciprocidad. Una sociedad articulada por valores y principios centrados en el ser humano, que hemos definido como las bases del humanismo primitivo. Estas relaciones, horizontales, desarrolladas por las inteligencia, individual y colectiva, y orientadas por la búsqueda de la armonía con la naturaleza se identifican como relaciones naturales, las que modernamente el derecho reconoce como una de sus ramas más importantes, el derecho natural, y han sido incorporadas por las Organización de las Naciones Unidas como parte sustancial de la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada en París, en diciembre del 1948.
En la sociedad del humanismo primitivo las actividades más importantes estaban determinadas por la búsqueda de los alimentos necesarios para la sobrevivencia, los que se obtenían directamente de la naturaleza ya sea recolectándolos o cazándolos. Estos se consumían inmediatamente por no existir ninguna posibilidad de conservarlos para acumularlos. En este afán debían competir continuamente, día a día, por el espacio y evitar convertirse en alimento de las fieras, las que estaban mucho mejor dotadas, tanto en fuerza y agilidad, como en la posesión de defensas naturales como garras, colmillos y una piel muy resistente, entre otras cualidades, inexistentes en el humano. Estaban obligados a organizarse colectivamente para enfrentarlas con éxito. Por lo tanto, era una necesidad existencial la consolidación del grupo para confiar la vida de los unos en los otros. Este fue el origen del fortalecimiento de las relaciones de reciprocidad, que conformaron la sociedad del humanismo primitivo, establecido en esta primera era de la existencia humana.
Al final de esta era, en su transición hacia la era de la civilización llegaron a desplegar complejos y monumentales trabajos, que hasta ahora nos asombran; como son, en su manifestación  de cooperación colectiva y de beneficio mutuo, las extensas y complejas estructuras hidráulicas de la cultura mojeña en América del Sur. En su manifestación de poder vertical, mediante la esclavización de los pueblos sometidos, lograron las construcciones piramidales de los Mayas, Egipcios y muchas más, diseminadas por todo el globo; realizaciones sólo posible por la conjunción de una inmensa suma de voluntades individuales y orgánicas de cooperación horizontal comunitaria, para el primer caso, o de ordenamiento vertical impuesto por el poder del estado, para el segundo caso, conformadas al término de la sociedad primitiva y comienzos de la civilización.
La civilización se empieza a conformar cuando el humano va desarrollando su capacidad para el cultivo de tubérculos, gramíneas y la cría de ganado, es decir, se genera un excedente con el que se puede asegurar la alimentación de grupos de individuos que no trabajan en la producción lo que permite disponerlos para cuidar a los otros, los que trabajan. Es el excedente del trabajo transformado en poder. Es el momento del nacimiento de la sociedad escindida en clases, con la fuerza indispensable, en forma de poder, para sostener un sistema de explotación, característica principal, distintiva de la era de la civilización. El poder ha impregnado íntimamente todas las relaciones humanas ya sean económicas, sociales y/o políticas llegando a construir una cultura del poder en la que nada está al margen del mismo, imponiendo el pensamiento de la imposibilidad para la existencia de la civilización al margen del poder, ocultando astutamente la larga existencia del humanismo primitivo, de la que surgió. Para el mundo occidental la civilización tiene una edad que oscila entre los diez y quince mil años, en cambio el humanismo primitivo tuvo una existencia de más de ciento cincuenta mil años.
En sus comienzos los jefes más experimentados y fuertes, identificados sociológicamente como patriarcas, vivían del trabajo de sus parientes: mujeres, hijos, sobrinos, hermanos y tíos que trabajaban para él. En general, el sometimiento de la mujer fue el primer acto de conquista del hombre[2], transformando el matriarcado del humanismo primitivo en el patriarcado de la civilización, reemplazando, valga el ejemplo de Grecia, la teogonía femenina de la religión de las sociedades primitivas[3] minoicas por la teogonía masculina de los inicios de la civilización impuesta por los invasores nómadas que la ocuparon. A los enemigos derrotados se los transformó en esclavos y poco a poco fue consolidándose la sociedad del poder, asentada en una estructura identificada con el nombre de estado. La organización del estado brota permanentemente de la necesidad de imponer a los explotados la expropiación de sus riquezas: el excedente del trabajo y las riquezas naturales, para beneficio de los explotadores.
De esta manera se dio inicio a una sociedad cuya riqueza crece en forma casi continua para el beneficio de los explotadores, dejando a los sometidos apenas lo indispensable para su sobrevivencia y reproducción. Cuando deja de crecer entra en crisis.
La era de la civilización se distingue por su cualidad más importante, el poder, coaccionando permanentemente para lograr el sometimiento de las mayorías que se resisten a la expropiación del producto de su trabajo, situación que genera una confrontación permanente. Éstas, las mayorías, son las que integran las expresiones de las reivindicaciones humanistas de la sociedad, es la portadora de la cualidad más importante del ser humano, el humanismo, que resiste incansablemente las imposiciones de la minoría explotadora, de esencia inhumana, el poder. Es una sociedad que vive en un equilibrio inestable, sólo sostenido por la imposición del poder al servicio de la clase dominante.
A lo largo de la era de la civilización como resultado de la contradicción del poder y el humanismo ha habido un permanente ajuste de las relaciones de producción a las condiciones de las fuerzas de trabajo, generando los modos de producción distintivos de las sucesivas etapas que la han conformado: esclavismo, feudalismo, capitalismo: mixto-privado y mixto-estatal, según la hegemonía sea del capital privado o del capital estatal. Se distingue una subetapa previa al esclavismo identificada como patriarcado. Así mismo se distingue una subetapa de transición entre el feudalismo y el capitalismo con el nombre de mercantilismo. El capitalismo mixto, en su forma privada y estatal ha ingresado a una etapa imperial, identificada como imperialismo privado e imperialismo estatal, respectivamente. La ideología marxista, ante el agotamiento de la etapa capitalista privada, sugirió el nacimiento de un nuevo modo productivo, que identificó erróneamente como comunismo, con una etapa de transición que llamó socialismo, en el que la producción sería suficiente para dar a cada uno según sus capacidades, y en el comunismo para dar a cada uno según sus necesidades y acabar con la sociedad de clases. Aspiración  utópica a causa de las limitaciones impuestas por un planeta con recursos limitados para abastecer a la población que la habita, aparte de los graves errores en la interpretación teórica marxista como la ausencia de confianza en el ser humano y el mantenimiento de la enajenación del trabajador. La subetapa socialista, en realidad no resultó ser otra cosa que la transformación del capitalismo mixto privado en capitalismo mixto estatal, ambos en su forma imperial compitiendo por la hegemonía mundial.
El agotamiento del capitalismo, en su fase superior imperial, privada y estatal, después de alcanzar su máximo nivel de concentración del poder, ha entrado a un periodo de dispersión del poder, generando un  empoderamiento creciente de las mayorías explotadas.
Del imperialismo bipolar se ha pasado a un imperialismo monopolar, en el que luego de entrar en crisis se hace cada vez más ostensible la emergencia de una multipolaridad del poder. La competencia por la hegemonía genera una etapa de transición signada por una lucha cada vez más aguda por el control del poder, generando simultáneamente un crecimiento de vacíos de poder, con  lo que el  sistema mundial capitalista se ha transformado en un sistema mundial de estados fallidos[4]. Expresa la contradicción irresuelta entre el poder concentrado por la riqueza acumulada en pocas manos y la inmensa mayoría del pueblo conformada por las mayorías de campesinos, nativos, obreros, empleados, profesionales y propietarios, luchando por sus derechos y la sobrevivencia de la humanidad, profundizando la situación de equilibrio inestable, que necesariamente en algún momento, con el debilitamiento del poder causado por la escases de las materias primas, el mejoramiento del conocimiento causado por su democratización y la evolución de la ciencia y la tecnología, se resolverá a favor de los últimos.
Resumiendo se puede decir, que en la evolución del ser humano, resaltan dos características esenciales, que se encuentran, permanentemente, determinando la existencia de la especie: el humanismo y el poder.
Ambas se encuentran presentes constituyendo un equilibrio dialéctico. Es un par de fuerzas antagónicas y complementarias a la vez, sin solución de síntesis ya que de esta oposición antagónica nace la vida, el movimiento y la libertad, según su interrelación con la naturaleza.
Según las condiciones de las relaciones del humano con la naturaleza, éstas han favorecido la presencia predominante de las relaciones humanistas, en la era del humanismo primitivo, o de las relaciones de poder, en la era de la civilización. Hay que recordar que el humano es  parte de la naturaleza, es resultado del infinito potencial creativo de la naturaleza y como tal, ésta condiciona el comportamiento del ser.
En la etapa final de la era de la civilización, se produce el agotamiento del último modo productivo de esta era, es decir el modo productivo capitalista en su etapa imperial ha entrado en su fase de agotamiento, al mismo tiempo que se ha empezado a agotar el sostén esencial de la era de la civilización, esto es el poder, situación que coloca a la humanidad en las puertas de una nueva era, a la que hemos dado el nombre de la era del Humanismo Superior.
La globalización de la economía ha alcanzado las fronteras de la capacidad de abastecimiento del planeta con recursos naturales, haciendo imposible el abastecimiento de las necesidades de la población existente Se están acabando las materias primas baratas, cada día cuesta más su obtención, lo que impone ajustes permanentes de precios, obligando a las élites a nuevas declaraciones de crisis, en forma casi permanente, para cargar los costos a la población, agudizando las diferencias entre ricos y pobres[5] y creando las condiciones objetivas para el nacimiento de la era del Humanismo Superior.
En realidad la declaratoria de crisis implica nuevas y jugosas ganancia para los dueños de las transnacionales. Los índices de la bolsa internacional caídos a causa de la crisis del 2007 se han recuperado en apenas cinco años, agudizando la polarización de las riquezas. Recordemos que en la crisis del 1929 la recuperación recién se logró en el 1945, 16 años después, con una guerra mundial en el medio.
Los intentos de concentración planetaria del poder, sistemáticamente son desplazados por los nuevos centros emergentes de poder apoyados en las fuerzas siempre insatisfechas del humanismo que empiezan a tomar conciencia para sí.
Las pretensiones hegemónicas del Eje Fascista, victoriosas inicialmente frente al imperio británico, francés, holandés y otros menores, fueron derrotadas por los nuevos aspirantes a la hegemonía mundial: el naciente imperialismo del capital privado de Estados Unidos de Norteamérica (EUNA) y el naciente imperialismo del capital estatal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, (URSS), autodenominado socialismo.
La confrontación de estos dos centros de poder imperial por la hegemonía mundial se llevó a cabo mediante lo que se llamó la guerra fría, cuyo desenlace resultó del colapso del sistema imperial del capital estatal y, luego de un corto periodo de hegemonía monopolar del poder neoliberal, en su agotamiento se generalizó la confrontación del poder, disperso entre múltiples centros de poder, todos pugnando por la hegemonía, como sucede con los componentes de la Unión Europea y los del bloque de los países integrantes del BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Se está viviendo la finalización de la era de la civilización. Las profundas contradicciones irresueltas del capitalismo han transformado el sistema mundial de estados en un sistema mundial de estados fallidos: la polarización de la riqueza aumenta sostenidamente, agudizando los problemas de alimentación, de salud y en general todos los problemas sociales. Los problemas de contaminación ambiental ponen en serio riesgo la sobrevivencia de la humanidad a causa de la espiral diabólica que genera la competencia por el mercado. Los inmensurables recursos que el sistema mundial de poder destina para el sostenimiento de su estructura y su funcionamiento hacen cada vez más escasos los necesarios para cubrir las necesidades elementales de la población, tensionándolas más allá de los límites de la tolerancia. Finalmente, hay que reconocer que la humanidad ha entrado a un estado de crisis política, en la que los gobiernos del mundo no encuentran solución a esta situación de crisis y agotamiento del sistema sin alterar la esencia de la explotación.   
Han empezado a surgir las bases de una nueva era, asentada en principios humanistas, en la que el poder concentrado y vertical está siendo rechazado por las bases conscientes, desde las calles, las que plantean la eliminación del poder vertical institucionalizado. Por lo tanto exigen la eliminación del estado, todas las instituciones militares y paramilitares, así como el poder ejecutivo, legislativo y judicial, además de las estructuras de apoyo como los partidos políticos y políticos profesionales.
Ante el callejón sin salida al que ha conducido el capitalismo y el poder a la humanidad, los pueblos del mundo exigen cada vez con más vehemencia la apropiación de la riqueza para su distribución en forma equitativa a todos los miembros de la sociedad, con una gestación del poder desde las bases, en el que la centralidad económica, cultural y política del sistema capitalista se transformará en una diversidad económica, cultural y política de contenido humano en una sociedad horizontal, y una administración coordinadora bajo su control que garantice la vida y el bienestar de cada uno de sus miembros, del conjunto y la reproducción de la hermana naturaleza. A esta nueva etapa centrada en el ser humano y la naturaleza hemos denominado como la era del Humanismo Superior.
El humanismo es un impulso, una fuerza interior, una necesidad espiritual, una conciencia, que brota y asciende desde lo más recóndito del ser humano hacia su exterior. Es una nueva cultura asentada en una eficiente y equitativa distribución de la riqueza, que prioriza la felicidad en base al amor. El humanismo es una sociedad horizontal con un amplio horizonte hacia el crecimiento de los valores que sustentan su existencia, al margen de los abusos del poder.
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En las Tierras del Libertador Grigotá
Álvaro Jordán
Enero del 2015.

 [1] http://en.wikipedia.org/wiki/Australopithecus_afarensis
[2] Ver E. Fromm en “Tener y Ser”.
[3] Ver P. Barahona en “Historia de Grecia”.
[4] Ver Jordán, A. Estados fallidos, transición al Humanismo Superior.
[5] Ver Piketty, T.

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