Discriminación, poder y Humanismo Superior.
Por Álvaro Jordán
La discriminación de la mujer, la discriminación
racial, la discriminación religiosa, la discriminación cultural, la
discriminación de los pobres, junto con la corrupción, el nacionalismo, el
fascismo, la violencia y otros males semejantes, es uno de los problemas que en
los últimos tiempos surgen entre los conflictos importantes de la sociedad. Y
no es que no hubiera existido antes; a lo largo de la civilización han sido
problemas permanentes como resultado de haberse asentado la sociedad en un
sistema sostenido por el poder, son manifestaciones diversas de un mismo
problema: el abuso del poder.
El poder asume la hegemonía social con la
transformación del Humanismo Primitivo en la Civilización[1], es así que la mujer,
reina y diosa en el primitivismo, por ejemplo en la Sociedad Minoica de la isla
de Creta en el Mar Egeo, con la invasión micénica se estableció la autoridad
del hombre en la sociedad helénica transformando a la mujer y a su pueblo en
esclavos. De esta forma nace el germen de la civilización occidental, exportada
hasta América y constituida en todos los países en la actualidad.
Estas deformaciones del espíritu humano, que desde sus
inicios fueron impuestas como parte de la legalidad de los instrumentos del
poder, esto es la estructura del Estado y sus creaciones, con el incremento de la
conciencia humana en la sociedad, son cada vez más cuestionados, de manera que
en la actualidad se los califica como amorales, aunque siguen siendo parte
sustantiva del Estado y de la sociedad de clases.
La finitud del planeta y los efectos del rápido
agotamiento de los recursos naturales plantea nuevos problemas de sobrevivencia
del sector hegemónico de la sociedad. La búsqueda de su sostenimiento plantea
la importancia existencial del control global de la humanidad para poder
implementar políticas de carácter absolutista e imponer las políticas
imprescindibles para prolongar la existencia de este sector hegemónico con el
sacrificio de los sectores sometidos. Esta es la razón del contenido de
carácter mundial que va adquiriendo la guerra entre los sectores que aspiran a
la hegemonía: Estados Unidos de Norteamérica, Rusia, China, Europa, Japón,
India, etc., cuya resolución dentro del sistema, transforma al poder, sostén de
la civilización, en el monstruo apocalíptico bíblico, responsable de su
eliminación definitiva.
Sin embargo, la profundización de la crisis y de la
confrontación, ya muestra en forma inocultable los gravísimos problemas que
enfrenta la persistencia del mantenimiento en vida del sistema que agoniza:
El plan democida promovido por los grupos de poder
globalizadores, el imperialismo neoliberal y estatal, el grupo bilderberg, los
iluminati y otros, adelantados por las urgencias de las necesidades del poder
para el control global ha asumido un riesgo muy grande al promoverlo sin tener
aún el control total ya que la población en muy corto tiempo se lanzará a la
defensa de la vida por todos los medios que estén a su alcance. Los proyectos
de este sector de poder de reducir la población del planeta a niveles que
consideran indispensable para el sostenimiento del sistema, en otras palabras, la
preservación del sistema de explotación en beneficio de los grandes empresarios
los lleva a plantearse la eliminación de la mitad de la población mundial esto
es llevar los 7.600 millones actuales a 3.300 millones de habitantes, dice el
Informe Lugano[2].
Otros agentes del democidio, que surgen en la misma ONU, son aún más drásticos
planteando la reducción del 95% de habitantes.
Son muchos los problemas que conforman la crisis del
sistema de poder. De modo que la condición fallida del sistema se profundiza
cada día más y acerca el momento de su colapso.
Por otro lado, Las fuerzas humanistas van ocupando los
espacios imposibles para el control del poder. Una vez más son las motoras de
los cambios que van ganando espacios en los campos político, social, económico
y cultural a través de planteamientos cada vez más esclarecidos, hasta hora manipulados
por la demagogia de organizaciones de poder y seudohumanistas, que toman todo
tipo de nombres oportunistas.
Ya se va haciendo un lugar común en el mundo el
comportamiento canalla de las organizaciones partidarias, así como su carácter
sectario y por lo tanto antidemocrático.
El poder del Estado es cuestionado en forma cada vez
más abierta como responsable de todo tipo de arbitrariedad, origen de la
discriminación, de la corrupción y nido de la criminalidad.
El carácter neocolonial del sistema de Estados es
denunciado cada vez con mayor fuerza por el sometimiento de las minorias
étnicas, a nombre de la imposición nacional-fascista, como sostenimiento de los
privilegios de la oligarquía.
A nivel mundial se ha desatado una desesperada campaña
propagandística para aprovechar la inocencia de los pueblos y convencerla de la
necesidad de un nuevo orden mundial, para ello se promueven todo tipo de
ofertas demagógicas para apresurar su aceptación e iniciar el periodo de
control mundial del poder con medidas inimaginables para lograr el
sostenimiento de la hegemonía de unas cuantas familias sobre el sacrificio del
99% de la población del planeta.
La humanidad ha llegado al momento crucial de su
historia, debe decidir si acepta las propuestas del Nuevo Orden Mundial
planteado por los grupos hegemónicos de la sociedad, cuya final es la
desaparición del ser humano del planeta o encarar la construcción de una nueva
sociedad humanista, sobre la democracia de las bases, que preserve la
existencia del ser humano.
En las tierras del
Libertador Grigotá
Abril 2019
[1] Jordán A. De la Civilización
al Humanismo Superior. Ed 2018, Amazon, https://www.amazon.com/Civilizaci%C3%B3n-Huma…/…/ref=sr_1_1…
[2] Susan George, Informe Lugano
II, DEUSTO S.A. EDICIONES, 2013, https://www.casadellibro.com/ebook-el-informe-lugano-ii-ebook/9788423416172/2084874