Por Álvaro Jordán
Era del Humanismo Superior |
A partir de la crisis irresuelta de la globalizada economía de mercado, del 2008, se ha desencadenado una angustiante preocupación en los círculos de las élites políticas, económicas, pensantes y de poder del sistema, que se expresan en los interrogantes que se plantean, frente a la opinión cada vez más generalizada de encontrarse en un proceso de crisis terminal, que amenaza no sólo su existencia, sino incluso las bases mismas de la civilización.
La presente reflexión, parte de la premisa de que existe una relación estrecha entre las dificultades que viene sufriendo el crecimiento histórico de la economía de mercado, que se expresa a través de la crisis del poder, ya sea éste económico, político, militar, tecnológico, del conocimiento o cualquiera de sus manifestaciones y el crecimiento descontrolado, en la última década, de un proceso de caos, identificado como de Estado[1] fallido, el que ha despertado las preocupaciones de las élites, que expresan las inquietudes de los dueños del poder por encontrar las causas de la ya inocultable incapacidad de la economía globalizada para dar solución a los problemas que genera. Se viene desarrollando una intensa discusión en el ámbito del pensamiento crítico: algunos intentan ganar tiempo en la esperanza de encontrar la salvación del sistema y, ante el fracaso, plantean que se habría alcanzado el fin de la historia, otros resaltan sus bondades procurando ocultar sus insuficiencias e insolubles problemas que contiene. La llamada izquierda moderada apenas logra sugerir una anti-globalización o una alter-globalización[2] sin concretar un proyecto que lo reemplace, simplemente se limita a un enunciado de los problemas de la globalización y, como orientación hacia alguna desconocida solución, identifica su desmontaje con el nombre de des-globalización. Finalmente, la izquierda fundamentalista, agrupada en el Foro Social Mundial, desde los encuentros de Porto Alegre, tozudamente, abusando de la desesperación e inocencia de los sectores empobrecidos, pone en escena una nueva versión de la histórica e inhumana experiencia del socialismo, otra vez, en sustitución del poder del imperialismo neoliberal.
Como fondo del trabajo se intenta una interpretación de los elementos de la nueva sociedad emergente, que ya se encuentran presentes en la actual etapa de agotamiento de la economía de mercado globalizado, los que nos orientan sobre el posible rumbo que va tomando la humanidad en la búsqueda de soluciones a las exigencias existenciales del ser humano y la naturaleza y que ofrecen una alternativa airosa ante la catastrófica salida que plantea la globalización del poder en sus estertores de muerte, dicho de otra manera, es la búsqueda de la relación que existe entre el poder y la sociedad organizada como sostén de la civilización, el Estado fallido como etapa de confrontación transicional entre las relaciones de la sociedad emergente con las de la agonizante globalización imperial y el humanismo superior como la nueva era que nace, bajo los principios de preservación de la vida y la naturaleza, la consolidación de la libertad y la democracia desde las bases.
Planteado así el problema, para esta reflexión resumida, necesariamente hay que empezar con el desarrollo de algunos conceptos, sin entrar en academicismos, los imprescindibles para identificar las interrelaciones aquí establecidas, con lo que podremos intentar algunas conclusiones que faciliten la interpretación del devenir de la humanidad por un camino acorde a las nuevas condiciones objetivas por las que atraviesa.
Aparte de la diversidad de definiciones que se pueden encontrar, el poder está aquí entendido como la capacidad de influir en los demás para conseguir que hagan lo que éste quiere que hagan.
En el proceso que ha recorrido el poder a lo largo de la historia de la humanidad, se debe reconocer que éste, el poder, es la característica principal que distingue al estadio de la civilización[3]. Independientemente de la etapa económica que se considere, cualquier análisis por muy somero que sea nos lleva a la conclusión de que el poder se constituyó en el sostén indispensable, tanto del modo productivo esclavista, como del feudal, capitalista e imperialista[4], esto es el de la civilización toda.
El estadio más largo de la evolución de la humanidad fue el que precedió a la civilización, titulado por Engels y Marx como “comunismo primitivo”, en el que es necesario detenerse un poco para entender mejor el nacimiento del poder, la transición hacia la era de la civilización y al final, en el agotamiento de ésta, ayudar a reconocer el nacimiento del nuevo modo productivo, el que Marx identificó como comunismo y, aquí, nosotros identificamos como la era del humanismo[5] superior.
Por otro lado la ideología socialista fue la de mayor crecimiento en el siglo XX y por haberse transformado, hasta ahora, en la competencia principal de la ideología capitalista se hace indispensable hacer la revisión desde estas perspectivas.
Continuemos: la definición de comunismo primitivo de la teoría marxista, entregada por el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales de José Laso M. Prieto, dice:
Es una etapa del desarrollo de las formaciones económico-sociales, se caracterizaba por el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la propiedad colectiva de los medios de producción como: la tierra y las herramientas rudimentarias, y la distribución igualitaria de los productos.
En una revisión, de más cerca, de la definición marxista se puede apreciar que, en su comparación con los contenidos de los documentos de Marx y Engels, se encuentran incongruencias, que exigen alguna aclaración.
La definición informa de la “la propiedad colectiva de los medios de producción como: la tierra y las herramientas rudimentarias”. Sin embargo en la descripción que Engels y Marx hacen en “El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, al desarrollar las ideas de Morgan, en la Ed. 1983, p. 27 a 32, todos los instrumentos de producción rudimentarios, que se mencionan como características de las subdivisiones de los estadios del salvajismo y barbarie[6], son de uso personal y lo más racional es que hayan sido de posesión individual ya que ellos mismos se los fabricaban y no de propiedad colectiva.
En el nivel inferior del salvajismo, en la transición del humanoide al ser humano, se recolectaban los frutos, las semillas y las raíces directamente de la naturaleza. Después de la bipedación el gran adelanto fue el lenguaje articulado. En el nivel medio se introdujo el fuego con lo que ampliaron los espacios de ocupación hacia las zonas frías y mejoraron la alimentación con la introducción del alimento cocido; en el paleolítico inferior se fabricaron las primeras armas: la maza y la lanza. En el nivel superior del salvajismo aparece el arco y la flecha con lo que la cacería se transformó en una fuente más regular de la alimentación. También aparece la piragua como un instrumento de trabajo fabricado con fuego y el hacha de piedra. Aquí la piedra pulimentada corresponde ya al neolítico.
El estadio de la barbarie también lo dividen en tres niveles. En el inferior se introdujo la alfarería. En el medio se introdujo la domesticación de animales y el cultivo de plantas. Se debe decir que es en este momento prehistórico cuando se inició una larga transición hacia la civilización con la aparición del excedente del trabajo, la separación de la sociedad en clases y la configuración del poder. El nivel superior comienza con la fundición del mineral de hierro y pasa al estadio de la civilización con el invento de la escritura alfabética.
Como se puede apreciar los medios de trabajo del hombre primitivo son de uso personal, no existía el concepto de propiedad, ni privada ni colectiva. Las actividades de recolección y cacería se hacían en grupos por la seguridad que brindaba el conjunto a este ser físicamente indefenso y, posiblemente, esto fue lo que llevó a Marx y Engels, como promotores de la ideología del colectivismo y la propiedad colectiva a construir la interpretación arbitraria de que los hombres primitivos desarrollaron la propiedad colectiva de los medios de producción. En relación a “la propiedad colectiva de la tierra”, más apropiado sería decir de la naturaleza, tampoco existía el concepto de fronteras. La naturaleza estaba ahí para el disfrute de todo ser viviente. Las comunidades vecinas podían tener un tipo de relación de colaboración mutua, con las que tenían alguna relación consanguínea y de amistad o de rechazo, con las que tenían relaciones de enemistad; por lo que los campos de recolección y de cacería podían momentáneamente transformarse en campos de cooperación o de enfrentamiento tribal.
En todo caso la posesión del producto del trabajo ya sea recolectado o cazado era individual, era el resultado del regalo que hacía la naturaleza al dueño del esfuerzo productivo, el que en primera instancia, durante el tiempo que duraba la cacería o la recolección, era compartido en la alimentación del grupo de cazadores o recolectores. Era la manera de consolidar las relaciones de amistad, de responsabilidad y cooperación para fortalecer la solidaridad en el grupo y de esa forma garantizar la seguridad del conjunto. El resto era trasladado a la comunidad y se compartía con el resto de la familia y de la comunidad, también dentro del principio del don. Temple D. (2003, T I, p 21 y 22) así sostiene, al aclarar la interpretación que hace Adam Smith del trabajo especializado del nativo primitivo en la fabricación de arcos[7] y flechas, quien, según Smith, encontró más ventajoso “trocarlas” con las piezas logradas por los cazadores; Temple aclara al respecto:
el trabajo del cazador, nunca es intercambiado sino siempre donado. El don está en el principio del reconocimiento del otro. Pero la génesis del ser social, es inmediatamente, la razón de una economía humana, ya que si hay que donar para ser, para donar hay que producir.
En la época media de la barbarie, en la que aparece el cultivo de plantas y la cría de animales, el territorio, recién entonces, adquirió el carácter de propiedad de la tribu o comunidad que lo ocupaba de hecho, y se puede reconocer una propiedad comunal primitiva, la que mencionan distintos investigadores. Sin embargo en el libro de Marx y Engels ya citado, aparte de la propiedad comunal, también reconocen el uso individual de la tierra, por ejemplo en la p. 78 se informa sobre el “reparto periódico de las tierras cultivadas y, por consiguiente con cultivo individual” y se puede inferir de posesión personal. En la p 114 se menciona que en el núcleo de la familia la propiedad era individual. Aspecto sumamente significativo para entender que esta propiedad individual del producto del trabajo era el origen de la libertad del ser primitivo, por la que luchaban con todas sus fuerzas. De igual forma se describe en p. 108 de “Kandire(…)” donde se informa que toda nueva pareja de la comunidad “recibe un retazo de terreno(…) para su sustento”, con lo que se demuestra que esta sociedad se asentaba en la propiedad individual del producto del trabajo y el sobrante era donado en el marco de la reciprocidad, como sostiene Temple D. en la obra ya citada, constituyendo el origen del carácter libertario de estos pueblos; descrito por Jordán cuando resume los valores de la cultura Chané en las p. 56 a 76 de “Kandire(…)” y por Engels y Marx en P. 117 del “Origen(…)” en el que reconocen la calidad de “individuos libres”, refiriéndose a los miembros de la gen iroquesa.
En cuanto al ser individual y el ser social: si estamos de acuerdo en aceptar la procedencia animal del ser humano y su carácter individualista, ello nos obliga a dar una explicación sobre la presencia de esta condición individualista y la presencia, o la transición, si fuera el caso, a la condición social durante el periodo del “humanismo primitivo”. Una buena explicación la encontramos en la transcripción anterior de Temple D. refiriéndose al trabajo del cazador, en el que establece que el objeto del trabajo “nunca es intercambiado sino siempre donado.”Descartando así cualquier relación comercial, y continúa:”El don está en el principio del reconocimiento del otro”, germen del contenido humano, y aclara que “la génesis del ser social, es inmediatamente, la razón de una economía humana, ya sea que si hay que donar para ser, para donar hay que producir”, con lo que se resume que en la economía del don, aparte del ser individual está el origen del ser social con su calidad humana. El ser individual se establece con la producción y la propiedad del resultado del trabajo, esto es el producto recolectado o cazado, el que luego de satisfacer las necesidades personales el resto es donado. El ser social nace de la relación que se establece con el regalo, esta relación recíproca es el origen de la humanidad en el ser, es donde nacen los afectos de amistad, de solidaridad, de respeto y otros. Dicho de otro modo: en la reciprocidad del don se expresa la unidad de la presencia simultánea del ser individual y del ser social. Es decir que el ser puede tener un carácter social como resultado de su interrelación individual. En unas circunstancias manifiesta sus cualidades individuales, en otras manifiesta sus cualidades sociales y estas deben satisfacer a las individuales. El individuo es el elemento con el que se forma la estructura social. Sin el individuo no hay sociedad. Priorizar en la sociedad al ser social, al margen del individuo, es desconocer los componentes elementales de la misma sociedad, es una irracionalidad que sólo lleva a su negación, es lo que nos demuestra el fracaso de la experiencia del socialismo real como resultado de la minimización del ser individual frente a la sobrevaloración del ser social. Por otro lado priorizar el individuo al margen del ser social es desconocer la importancia de las relaciones estructurales del individuo en la sociedad. La sobrevaloración del individuo, que hace el liberalismo en desmedro del ser social, genera problemas sociales insolubles en el marco del individualismo, son los que atraviesa la humanidad actualmente, negándose a sí misma al pretender solucionar la crisis del sistema,
desconociendo las necesidades vitales del sector social.
Al concepto del comunismo primitivo, humanizado por el don y ampliado por las cualidades que hacen al ser individual y social, es lo que hemos reconocido como humanismo primitivo y como propuesta de definición podríamos sugerir que el “humanismo primitivo es una etapa del desarrollo de las formaciones económico-sociales; se caracterizaba por sustentarse en relaciones de reciprocidad, por el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la posesión personal de herramientas rudimentarias, la apropiación directa de los frutos de la naturaleza y su distribución solidaria”.
desconociendo las necesidades vitales del sector social.
Al concepto del comunismo primitivo, humanizado por el don y ampliado por las cualidades que hacen al ser individual y social, es lo que hemos reconocido como humanismo primitivo y como propuesta de definición podríamos sugerir que el “humanismo primitivo es una etapa del desarrollo de las formaciones económico-sociales; se caracterizaba por sustentarse en relaciones de reciprocidad, por el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la posesión personal de herramientas rudimentarias, la apropiación directa de los frutos de la naturaleza y su distribución solidaria”.
Esta reflexión tiene como punto de partida la milenaria vivencia de la cultura de los pueblos nativos de la cuenca amazónico-platense, la que ha logrado sobrevivir gracias a la fuerza de los principios en los que se asienta, a pesar de los 500 años de pertinaz hostigamiento genocida a la que la ha sometido la civilización occidental.
Existe una diferencia fundamental en el rol que le corresponde al ser individual y al ser social en la sociedad humanista de los pueblos amazónico-platenses, con el planteamiento teórico del social-comunismo y del socialismo del siglo XXI, por un lado, y la praxis de la sociedad individualista del capitalismo privado, por el otro. Los socialistas, como su nombre lo indica, priorizan el ser social, en él desaparece el ser individual, masificando al individuo, igualándolos en la condición de robots, contradiciendo el principio de que “el movimiento, el cambio de forma, es un atributo universal, una forma de existencia de la materia”. El capitalismo privado prioriza el individuo, minimizando el ser social, desconociendo el carácter social de la producción capitalista y encerrándose en una contradicción insoluble dentro de los marcos del capitalismo. En cambio en el primero, esto es en la concepción nativa del ser, éste preserva su individualidad al mismo tiempo que asume las cualidades del ser social a través del diálogo con el otro, en la reciprocidad del don, en la reflexión comunitaria, en la complementariedad del trabajo; manteniéndose el ser individual sin negarse en el ser social. Es decir que el ser social es la manifestación del consenso y el aporte voluntario de cada miembros de la comunidad, preservando las identidades como individuos, preservando la inmensa riqueza de la diversidad del ser y lo que es más importante preservando la libertad como dueños del producto del trabajo, cuyo conjunto nos presenta una comunidad libre, de hombres y mujeres libres.
Por su parte Engels sostiene que es el trabajo el que habría generado al ser social, de que este ser ha ido adaptándose a sus necesidades. En un proceso muy largo se transformaron sus manos, su cuerpo y su pensamiento. En su obra escrita el 1876: EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACIÓN DEL MONO EN HOMBRE, dice:
es (…) la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.
Sentando de esta manera que el trabajo es origen y fin del ser humano, premisa válida para la era del humanismo primitivo, era en la que el producto del trabajo pertenecía a su productor, preservando su libertad, pero que en la era de la civilización el trabajo se transforma en la premisa indispensable para la generación de la riqueza requerida para satisfacer las exigencias del explotador, tanto de la sociedad del capital privado como del capital estatal, ya que la existencia del trabajador sólo depende de la entrega del excedente del trabajo a su empleador. Se trata de una concepción netamente economicista y desligada de todo contenido espiritual de alcance universal.
El trabajo, según el modo de producción, determina los valores morales, éticos y estéticos de la sociedad, evidentemente diferenciados y parcializados, de acuerdo a la pertenencia e interés de la clase que se considere; lo que introduce contradicciones insolubles en el marco teórico y práctico, falencia que se hace más notoria a medida que el poder agudiza sus métodos de explotación, precisamente a través del trabajo.
Por un lado se tiene una clase hegemónica, minoritaria, apoyada en el poder como mecanismo de sustentación y de imposición de la apropiación del excedente del trabajo que produce la mayoría, con sus correspondientes justificativos morales, principistas, éticos y estéticos, con los que impone una cultura de sumisión del explotado a los intereses de la clase dominante. De esta manera es que se empieza a justificar, en el proceso de transición del estadio del humanismo primitivo al de la civilización, la aparición del órgano represor, el órgano de poder, ordenador de la sociedad escindida en clases, el que con el tiempo, ya en la época del esclavismo, se concreta en la forma de Estado, el que continúa su adaptación al modo productivo y de explotación de cada época: feudal, capitalista e imperialista.
Actualmente en América son Estados de contenido nacional muy diversos, en un marco de relaciones imperiales, con el poder concentrado en el presidente, muchas veces éste en la forma de dictador de la nación hegemónica, como en Chile, Perú, Ecuador o Paraguay, en la actualidad en Bolivia le han dado el nombre de Estado Plurinacional a la institucionalización de la hegemonía aimara sobre las 36 naciones reconocidas constitucionalmente, cuyas relaciones son de contenido colonial; algunas veces son estados con una apertura federal como en Brasil, Argentina, México y Estados Unidos de Norteamérica (EUNA), pero en todo caso, preservan el carácter presidencialista como expresión del centralismo del poder, otras son combinaciones de centralismo estatal con federalismo como Venezuela o totalmente centralistas de aspiración comunista como Cuba. En Europa todavía siguen existiendo distintas variantes de estados monárquico-democráticos como en España, otros son estados unitarios como en Francia, otros federales como en Alemania e incluso teocéntricos como el Vaticano. En Asia aparecen combinaciones de monarquías con teocentrismo como en algunos estados islámicos, otros islámicos asociados al centralismo estatal o finalmente las expresiones de capital mixto y estatal con pretensiones comunistas como China, Vietnam o Corea del Norte. En África es donde aparece la variante del poder más brutal con dictaduras abiertamente de tipo personal, por supuesto que en este continente se dan las distintas variantes de poder ya mencionadas. Todas al servicio de la clase hegemónica y como instrumento de explotación de las mayorías del pueblo. En otras palabras es el poder imponiendo la explotación en todos sus niveles y espacios, es la civilización en cuya cúspide de la competencia internacional y de su expansión busca la concentración global del poder.
La excepción, en este mundo de poder centralizado, es la Federación Helvética con un Estado federal desconcentrado, sin fuerzas armadas, una participación directa del pueblo en las principales decisiones y con un índice de desarrollo humano de los primeros del conjunto mundial de estados.
Por el otro lado está la clase explotada, la que produce el excedente del trabajo, éste es la riqueza que se apropia la clase hegemónica. Siempre fue la mayoría de la población, sometida a la minoría fortalecida por el poder del Estado. Es la que lucha permanentemente en defensa de su existencia, en busca de su libertad, sus derechos y de mejores condiciones de vida; dicho de otra manera es el sostén de los principios, valores y reivindicaciones humanas, es el baluarte de la defensa humanista en lucha permanente contra el abuso del poder. El humanismo es la esencia natural del ser humano, nace con el ser social generado por la reciprocidad del don del humanismo primitivo, es el origen del derecho natural, razón de su permanente vivencia a pesar de la sistemática pretensión del poder por lograr su eliminación. El humanismo ha acompañado inseparablemente al poder en todo el desarrollo histórico de la civilización como la conciencia de la humanidad. El humanismo es la fuerza espiritual que ha preservado al género humano de su destrucción total. El humanismo y el poder constituyen la contradicción central de todo el estadio de la civilización y no será resuelta mientras el poder sea el sostén de la civilización. La única alternativa para la liberación de la humanidad es la sustitución de la cultura del poder por una nueva cultura, respetuosa de la vida, la libertad, la dignidad del ser, de las diferencias y de la naturaleza, esto es una cultura humanista.
Pero no se trata simplemente de destruir el poder de una clase para reemplazarlo por el de otra clase, supuestamente la clase explotada que accede al poder y desde allí procede a su liberación. Muchas veces este reemplazo se ha logrado, pero la nueva clase, empoderada, automáticamente se deshumaniza. “El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente”, sentenció Lord Acton y completa el pensamiento con esta otra sentencia que expresa la degradación que provoca el poder:”Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar”. En este reemplazo del poder lo único que se logra es el cambio del grupo detentador del poder, pero el poder en sí no modifica su esencia y características, como sucedió en todos los países del antiguo sistema socialista, en los que la clase burguesa fue desplazada y se sustituyó por la supremacía de la burocracia del partido comunista, autoproclamada como la conciencia de los trabajadores; la que al poco tiempo devino en un nuevo grupo privilegiado del Estado, conocido como la nomenclatura, la nueva clase le llamó Milován Djilas, y el poder siguió reinando con más impunidad que nunca. También sucedió con la revolución francesa, con los levantamientos anticoloniales de toda América y los de liberación de África, Asia y Oceanía, con el empoderamiento de los nacionalismos europeos, transformados en fascismo, nazismo y estalinismo, y lo estamos viviendo con el empoderamiento del gobierno aimara-estatista de Evo Morales y el ya abortado socialismo del siglo XXI de Hugo Chaves. Es un proceso generalizado internacionalmente, en el que los actores acceden al poder con la oferta de eliminar los abusos de poder de las minorías hegemónicas, logran el poder con ofertas humanistas y el respaldo de las mayorías, sin embargo todos, sin excepción, degeneran en nuevas expresiones de poder minoritarios con todas las singularidades que los deslegitimizan y deshumanizan. En definitiva el poder determina la cosificación del ser humano, su animalización, el poder niega la esencia humana, el poder es el anti humanismo.
El sostén del poder es la riqueza, que precisa crecer continuamente para fortalecer el poder que a su vez la sostiene. El fortalecimiento del poder es el resultado del crecimiento económico generado por la expropiación de los sectores sometidos, la apropiación del desarrollo científico-tecnológico y del conocimiento, pero más que todo, de las existencias de riquezas naturales que estuvieron a disposición del género humano a partir del nacimiento de la especialización y el excedente del trabajo, surgidos en el periodo medio de la barbarie.
Desde su nacimiento, el poder ha recorrido un largo camino de ajustes en su fortalecimiento, concentración y consolidación mediante una sostenida apropiación de las riquezas en beneficio de la clase explotadora, obtenidas a través del sometimiento, saqueos, invasiones, genocidios, etnocidios e inimaginables crímenes de por medio, hasta llegar al siglo XX, al fragor de irracionales guerras, en las que se produjo la decantación de dos centros hegemónicos que disputaban la supremacía mundial: los Estados Unidos de Norteamérica (EUNA) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, (URSS), enfrentados en una enconada lucha, conocida como Guerra Fría. Llamada así porque pusieron a su servicio todos los recursos materiales, económicos, científicos, tecnológicos y militares que disponían, evitando el uso de los enormes almacenes de armas atómicas que tenían. De no ser así hubieran destruido a toda la humanidad, con ellos incluidos; efecto disuasivo que, a pesar de la confrontación al borde del desastre, evito su desencadenamiento.
Este enfrentamiento estuvo alimentado por una intensa lucha ideológica entre los sectores que en esa época se identificaron como de derechas y de izquierdas, como sostén teórico de los centros en disputa. El poder norteamericano se sustentaba en la defensa del capitalismo privado, el que ya había alcanzado su nivel superior conocido como imperialismo. El poder soviético se justificaba con la oferta de una sociedad socialista en reemplazo del imperialismo norteamericano como etapa previa a su etapa superior, identificada como comunista, pero en los hechos se transformó en un nuevo imperialismo, erigido sobre la propiedad del Estado, el que concentró todos los monopolios del espectro empresarial privado; en otros términos el poder estatal alcanzó la condición de la máxima expresión de concentración económica y de control de la población. El Estado socialista fue puesto al servicio de una nueva clase, la burocracia del Estado, conocida como la nomenclatura, conformada por la dirigencia del partido comunista en cuya cúspide se encontraba el Secretario General del Partido Comunista, Presidente de la URSS y Dictador de los pueblos esclavizados por el sistema estatista. Parafraseando a Lenin se puede decir que así como el imperialismo es la fase superior del capitalismo, entendido como concentración de poder, el estatismo es la fase superior del imperialismo. Ambos imperialismos, norteamericano y soviético, cada uno a su modo, se empeñaron en un duelo a muerte por imponer su hegemonía en el mundo.
En esta competencia, el imperialismo estatal, comandado por la URSS, también conocido como socialismo histórico o socialismo real, a pesar de su rápido crecimiento, pronto mostró sus limitaciones, las que se pueden resumir, desde el punto de vista económico, por una productividad incapaz de sostener la competencia con el sistema del capital privado y desde el punto de vista humano, la propiedad del Estado eliminó todo vestigio de libertad individual que pudiera haber quedado del sistema de propiedad privada. El colapso mismo de la estructura interna de la URSS muestra de hecho la no correspondencia de los intereses de la masa trabajadora con los intereses del Estado socialista. En forma similar al sistema capitalista privado, en que el dueño del capital se apropia de las riquezas generadas por el trabajador, en el sistema socialista el Estado también se apropia de las riquezas generadas por el trabajador, agudizando la contradicción entre la sociedad y el Estado administrado por la burocracia del partido de gobierno, la nueva clase privilegiada del sistema socialista, sector beneficiario de la explotación de la población, acelerando el inevitable fracaso del sistema estatista.
Estas malformaciones llevaron al imperialismo estatal a un rápido agotamiento y subsiguiente implosión.
La explicación de una de las causas principales de estas deficiencias las encontramos, por un lado, en la interpretación que hace Engels en el ya mencionado trabajo de: EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACION DEL MONO EN HOMBRE, y sostenida por el comunismo internacional, cuando establece que el trabajo “Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana”, entendiendo por “vida humana” una vida necesariamente de nivel superior, endiosando de esta manera al trabajo como fin del ser humano, como su dignificación. Pero la vida real muestra que en todas las sociedades de clase, sin excepción, el trabajo, como fuente del excedente del trabajo, ha sido un instrumento para su sometimiento, ya sea como esclavo, siervo o proletario. El trabajo, en toda la era de la civilización, sólo preserva la vida del explotado a condición de entregar el excedente de su trabajo a su amo, a su señor o a su empleador. En resumen el trabajo, visto así, sólo puede animalizar al ser a causa de su sometimiento, lo desrealiza transformándolo en un individuo enajenado y sin libertad.
La aclaración parcial de este enredo la encontramos en la explicación que hizo Marx, en 1844, en sus MANUSCRITOS ECONOMIA Y FILOSOFIA, en el capítulo que denomina “El trabajo enajenado”. En él plantea que es la propiedad del producto del trabajo la que determina el carácter liberador u opresor del trabajo. Al ser el producto del trabajo de propiedad del capitalista, entendido por Marx como capitalista privado puesto que no llegó a concebir el capitalismo de Estado ahora conocido, el obrero se transforma en un obrero enajenado. Refiriéndose al proceso de la apropiación del producto del trabajo como enajenación, indica:
el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor.(…..) Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.
Como resumen habría que concluir que la condición del obrero como propietario del objeto de su trabajo, transformaría a éste en un ser libre. Es el mensaje deshonesto que lanzaron los ideólogos del socialismo real reemplazando la propiedad del objeto del trabajo por el trabajo mismo; con el aditamento también deshonesto de que el Estado socialista es de los trabajadores por lo tanto responde a sus intereses y estaría a su servicio. Al arrogarse los miembros del partido comunista la condición de conciencia de la clase trabajadora, se transformaron en los encargados de manejar el Estado a nombre de los trabajadores, supuestamente, en interés del trabajador y alcanzando así su objetivo central, cual es el apoderarse del poder para desde ahí construir coercitivamente una sociedad sometida al partido oficial.
Han tenido que pasar 74 terribles años, en los que nada más que en la URSS, se estima una cantidad que estaría en alrededor de los 60 millones de ciudadanos, los sacrificados por la revolución socialista en guerrillas, guerras civiles, internacionales, represiones y Gulags estalinistas, desde la revolución de octubre de 1917 liderada por Vladimir Illich Lenin hasta el colapso del sistema socialista soviético, el 1991, con la perestroika de Mijail Gorvachov para que el pueblo esclavizado por el capital estatal despierte del engaño y logre imponer un proceso de liberación, cuyo resultado hasta el momento ha sido la desintegración del sistema internacional socialista, el colapso del sistema interno del socialismo impuesto por la URSS, ahora disgregado en 15 países soberanos, y su transformación en estados tributarios de la economía del capital privado y mixto.
Otra cantidad muy superior es la suma de los ciudadanos, del resto del mundo, sacrificados en todo el conjunto de países que lucharon por el socialismo y en los que se impuso la revolución socialista. En todos ellos el socialismo fracasó. Sólo en China y Viet Nam, el Partido Comunista ha logrado sobrevivir a costa de su penosa transformación en el papel de administrador del proceso de privatización económica en curso. En su soledad Cuba y Corea del Norte mantienen el socialismo fundamentalista a costa de la miseria del pueblo y de un control absoluto y brutal del poder en manos de deshumanizadas dictaduras hereditarias.
El socialismo real mostró superabundantemente la falacia del Estado al servicio del trabajador. La propiedad del capital por parte del Estado mantuvo la condición del trabajador enajenado que definió Marx para el capital privado, y esto, porque el capital no cambia su esencia cuando pasa a manos del Estado. Tanto el capital del Estado como el capital privado, tienen intereses propios, distintos a los del trabajador. El interés del capital, privado y estatal, siempre es y será la apropiación del excedente del trabajo para incrementar la riqueza y el poder de los dueños del capital privado, en el caso tradicional, el poder y la riqueza de la burocracia administrativa y sectaria del Estado y del Estado mismo en el caso del capitalismo de Estado, manteniendo ambos la condición del obrero, como un ser enajenado. A la misma conclusión lleva toda alternativa intermedia de economía mixta como la social democracia europea o el modelo chino de economía socialista de mercado
El Humanismo es la paz |
La liberación del trabajador pasa necesariamente por su transformación en propietario directo del producto de su trabajo, lo que implica la indispensable desaparición de la propiedad del capital privado y del Estado y, por lo tanto, la desaparición del Estado mismo como instrumento de poder, esto es la desaparición de la estructura del poder y su reemplazo por una estructura administrativa obediente al mandato de las bases propietarias del producto de su trabajo. Con lo que se elimina la sobrevaloración del individuo que sustenta la sociedad del capitalismo privado, al mismo tiempo que se elimina la sobrevaloración del ser social que promueve la sociedad socialista, ambas sociedades sustentadas firmemente por el poder. Todo ello implica la sustitución de la cultura del poder vertical por una nueva cultura de rechazo a la violencia, que privilegie el diálogo y el consenso, que logre la complementación del ser individual con el ser social, que preserve el interés del individuo, intermediado por el interés de la comunidad. Es la que siempre ha sido el alma de los pueblos, la cultura del humanismo que se eleva desde las bases respetando la riqueza de la diversidad, ya sea de los individuos, de las culturas, de las identidades, de las regiones, de las naciones y promueva la inclusión complementaria de esta diversidad, promueva la consciencia existencial de la humanidad y la naturaleza, fortaleciéndose de esta manera la gestación del humanismo superior como un cambio cualitativo indispensable para la conformación de una nueva era del desarrollo humano y la única alternativa, no catastrófica, para el futuro de la humanidad.
Hay que recordar, que el modelo aquí esbozado es el resultado de la experiencia de los pueblos amazónicos platenses en su heroica defensa de la libertad, sostenida durante 3 siglos frente al colonialismo español, 2 siglos frente al colonialismo españolista y republicano y seis años frente al colonialismo aimara y estatal del espacio boliviano. Así mismo recoge las experiencias aportadas por la humanidad en la defensa del género humano contra los abusos del poder. Como aporte nativo, la Asamblea del Pueblo Guaraní propuso el documento titulado “ORE ÑEMONGETA”[8], para su discusión en la Asamblea Constituyente realizada en Bolivia, el 2006, el que, entre otros importantes aportes humanistas plantea, en su capítulo: e) “Nuestros principios filosóficos guaraní”.
(. . .), como Nación Guaraní, consideramos que esta generación del poder desde las bases es el cambio de fondo, lo que actualmente todos los Pueblos Indígenas y las mayoría de la población empobrecidas estamos reclamando, porque nos hemos dado cuenta que el sistema asentado en la generación del poder desde arriba hacia abajo, cuya expresión extrema es el imperialismo, que en el caso de nuestro país es el centralismo, pero que ha entrado a un proceso de franco agotamiento.
Si el estatismo es la fase superior del imperialismo debemos preguntarnos ¿porqué el imperialismo estatista es el primero que fracasa en la competencia con el imperialismo privado?
La respuesta la debemos buscar en el origen del poder, el que ya hemos visto se genera a partir de la riqueza, ésta es, la que genera internamente la población con el trabajo enajenado, la apropiación de las riquezas de otras naciones sometidas en calidad de colonias u otras formas de dependencias económicas y finalmente expropiaciones logradas militarmente. También es el resultado de haberse alcanzado el punto máximo de las contradicciones entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas de producción en la crisis del imperialismo de Estado.
Después de la derrota del nazi-fascismo en el 1945, la competencia entre el mundo capitalista y el socialista en el campo internacional, sumada a la necesidad de lograr aliados colaboradores ante las amenazas de nuevos enfrentamientos militares tuvo como efecto una lenta democratización en el conjunto de países neocoloniales, como los de América y el conjunto en proceso de liberación, en las colonias en África, Asia y Oceanía implicando necesariamente una fuerte restricción en la capacidad de apropiación de las riquezas de esos países por parte de los centros imperiales.
Por otro lado, en el imperio estatista, la falta de libertad del individuo es total, por lo que la única forma que tiene el trabajador para expresar su insatisfacción es con el trabajo a desgano, por lo tanto de muy bajo rendimiento y carente de creatividad. El control absoluto del Estado impide toda manifestación discordante con el pensamiento oficial, y la acumulación de rabia contenida por el pueblo, organizado en redes de confianza y clandestinas, un día estalla masivamente, condición en la que no existe ejército en el mundo que pueda contenerla, como fueron los movimientos populares, causantes de los cambios producidos en el sistema socialista, entre los años 1985 y 1995. Algunas veces, por su carácter pacífico, tomaron nombres tan bellos como el de la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia. En el imperio privado la falta de libertad no alcanzaba todavía a la totalidad, dejaba intersticios con los que se creaba la ilusión de poderse lograr éxitos a través de la dedicación al trabajo, la creatividad y el mejoramiento del conocimiento, todo muy bien utilizado por la propaganda del sistema para dar la sensación de esperanzas reales en el logro de metas y preservando la eficiencia y creatividad del trabajador. Fue en esta competencia de contenido humano, exacerbado por las restricciones en la obtención de riquezas, que se definió el fracaso del sistema imperial estatal frente al sistema imperial privado.
El colapso del sistema socialista, como la palabra lo indica, nacido desde el interior del sistema mismo, es la primera gran derrota que sufre el sistema del poder en sus afanes de hegemonía mundial, a causa de los problemas insolubles generados por las contradicciones entre el Estado y la población, provocados por la crisis del crecimiento de la acumulación de riquezas en un mundo imperial globalizado, cuyas fuentes naturales y artificiales está alcanzando sus límites y sólo va quedando como única fuente de acumulación de riquezas la sobreexplotación de los grandes sectores sociales de la población. También el colapso socialista manifiesta el inicio del agotamiento del sistema de poder que ha sustentado la era de la civilización. Es el comienzo de una etapa caracterizada por una dura y larga lucha de las fuerzas emergentes comprometidas con el desmontaje del poder que controla a la humanidad, las que generan una situación, que ante su incomprensión, se interpreta como la presencia de un estado de caos de gobernabilidad, cuya consecuencia es el crecimiento de una precariedad de autoridad, cada vez mayor, de estados reconocidos internacionalmente como fallidos. En realidad se trata de la etapa terminal de la era de la civilización en la que la nueva sociedad ante la ausencia de una interpretación de los orígenes de la crisis, tantea una salida en un proceso de acierto y error para dar nacimiento a la era del humanismo superior.
El colapso socialista hizo renacer, momentáneamente, nuevas ilusiones en los EUNA, por construir su poder hegemónico a nivel mundial, las que se resumieron en los augurios precipitados del fin de la historia de Francis Fukuyama, esto es el fin de las luchas ideológicas en el sistema con la supremacía del capital privado en manos de las transnacionales, la consolidación definitiva de la economía de mercado, la enajenación del trabajador y la consolidación ad perpetuam de la sociedad de clases, fortaleciendo, consecuentemente, las aspiraciones hegemónicas de las empresas transnacionales y creando las condiciones para la invasión de centros energéticos importantes a nombre de acciones preventivas en países calificados de hostiles por una supuesta posesión de armas nucleares como fue con Irak, por proteger a terroristas como fue con Afganistán o por el genocidio con que la dictadura de Muammar Gaddafi amenazaba a Libia, pero en realidad el propósito fue el de garantizar el abastecimiento de este material estratégico para los centros de poder internacional, en los que empezaba a escasear y a amenazar sus economías.
Si bien los EUNA siguen poseyendo la primera fuerza militar de todo el mundo, en correspondencia con su ubicación como la primera potencia económica, no logra imponer su hegemonía al tener que compartir sus decisiones con otros centros de poder, como es su alianza estratégica con la Unión Europea (UE), con China, India, Rusia, Brasil y otros.
Se ha generado la sensación del fortalecimiento del poderío norteamericano en el mundo con las invasiones a Irak, Afganistán y el control de los rebeldes en las satrapías árabes, pero sólo es una muestra de la falta de argumentos para defender sus intereses por medios democráticos y pacíficos. El único recurso que le queda para el control de estos países es el uso de la fuerza. La militarización internacional es un triunfo temporal y no sustentable, frente a la defensa de la libertad y el desarrollo humanista. A largo plazo, a medida que el sustento del poder se debilita, van quedando espacios geográficos, poblacionales, económicos y políticos que le resulta al imperio cada vez más difícil controlar, espacios que por la insuficiencia de riquezas atractivas para el interés imperial o por los costos prohibitivos para su extracción se transforman en espacios vacios del control de su poder, librados a una recomposición de las fuerzas internas al margen de vínculos con los centros imperiales. Es el caso de Somalia, abandonada a su suerte, desgarrada por guerras civiles y por una interminable hambruna padecida por su población que se puede tipificar de genocidio internacional con una duración de más de 20 años y transformada en una endeble federación en un intento por preservar su integridad nacional. En Bolivia está surgiendo algo similar. La pérdida de la importancia de la actividad minera, a fines del siglo pasado, disminuyó el interés del imperio en este País y cedió el espacio político, el que fue ocupado por un gobierno obediente en forma directa al sector económico de la producción de coca y en forma indirecta a la producción de cocaína y su comercio nacional e internacional, ya que el presidente es, a su vez, presidente de las federaciones campesinas del sector productor de coca de Cochabamba, coca no aceptada para el consumo humano a causa de su mal sabor y cuyo único destino es la producción de cocaína. De mantenerse en el poder este gobierno es de esperar a muy corto plazo la consolidación de un país delincuencial, ya cercado militarmente por los países vecinos quienes defienden sus fronteras del narcotráfico boliviano, y saturado por confrontaciones interregionales, cuyos primeros escarceos ya se dejan sentir.
Las ambiciosas aspiraciones hegemónicas del imperio se han visto frenadas por las nuevas condiciones económicas, financieras y políticas por las que atraviesa la humanidad a causa de las recurrentes crisis que se vienen sucediendo en los últimos veinticinco años: entre las que se destacan la crisis económica de Argentina y Brasil en 1990, la crisis económica de México de 1994, la crisis financiera asiática en 1997, las que en forma de un torrente arrollador se confunden con la crisis económica global del 2008, que comprende una crisis de tipo financiero, energético, alimentario, de control ambiental y de políticas macroeconómicas. Crisis que se mantiene hasta la fecha con un complemento importantísimo, que es la continuación de la dispersión forzada del poder del imperio. Ante la necesidad de compartir los costos de las invasiones, el imperio se ve obligado a reconocer la calidad de socios a otros sectores en competencia, a fin de preservar un lugar privilegiado en las relaciones de poder presente en el proceso de dispersión. Por tratarse del poder que caracteriza y sostiene a la era de la civilización hay que decir que estamos en presencia de la profundización de la crisis terminal de esta era.
La economía globalizada se encuentra acosada por un lado por los costos cada vez mayores para lograr los abastecimientos de recursos naturales, cuya muestra paradigmática es la crisis energética. A causa de sus reservas limitadas, los precios se elevan incidiendo en la economía mundial, cualquier sustituto tiene costos más elevados, incluso los costos del hidrocarburo mismo se elevan a causa de tener que buscarlo en lugares cada vez más inaccesibles. El abastecimiento alimentario siempre fue deficiente, el interés económico ha sido la promoción de la economía de mercado antes que la solidaridad humana, y parte de su política es reservar un ejército de desocupados y hambrientos que permita una competencia por el trabajo con salarios mínimos de sobrevivencia. En la actualidad, con la crisis energética, los dueños del dinero obtienen mejores ganancias dedicando la producción de cereales a la producción de combustibles, con un aprovisionamiento alimentario cada vez más restringido, con lo que aumenta cada vez más la proporción de hambrientos en el mundo, es a lo que se le da el nombre de crisis alimentaria. Esta crisis alimentaria se agudiza todavía más con el crecimiento exponencial de la población. Las estadísticas del Banco Mundial indican que de una población de tres mil millones que tenía el planeta en el 1960, en el 2011 ha alcanzado la cifra de siete mil millones de habitantes, con este incremento, la alimentación de estos sectores subalimentados se hace una tarea imposible para la economía de mercado, además, la existencia de este ejército de desocupados es parte esencial de su economía. Sólo la desaparición de esta economía dejará espacio para considerar una alternativa humana para este importante sector de marginados. La crisis financiera tiene una presencia recurrente, viene presentándose hace mucho tiempo. Esto es así porque el capitalismo se guía por la búsqueda del beneficio individual y eso dificulta, cuando no hace imposible, que haya mecanismos que regulen el sistema de un modo armónico, conjugando los intereses y las estrategias de todos. No se puede dejar de mencionar la crisis del 1929 por su magnitud de alcance mundial. Las crisis de estos últimos 25 años, mencionadas más arriba, fueron de carácter financiero en sus inicios. La última, la del 2008 fue desencadenada por el rompimiento de la burbuja financiera inmobiliaria con la quiebra de muchos bancos y el cierre de empresas, el aumento de desocupados, de hambrientos y más inflación arrastrando a la miseria a nuevos estratos de asalariados. La gran burbuja de todo el sistema financiero, que amenaza seriamente la economía mundial es la que se está formando a causa de la flotación del dólar, provocada por el desconocimiento por los EUNA, en el 1971, de los acuerdos de Bretton Woods, fecha desde la que se imprimen inimaginables cantidades de dólares, sin ningún respaldo de valor, inicialmente para respaldar la guerra contra Vietnam y ahora para cubrir los cuantiosos déficits de los presupuestos norteamericanos provocados por la militarización de la sociedad. La cuarta crisis del sistema está determinada por la imposibilidad del sistema de realizar un control efectivo de los contaminantes atmosféricos, a pesar de la grave amenaza que significa para la existencia humana, y de la naturaleza. La exigencia de mantener costos de productos competitivos hacen imposible al sistema las inversiones requeridas para el control ambiental, ingresando en otra espiral diabólica para la cual la economía neoliberal no tiene respuestas. Como demostración de esta aseveración está el incumplimiento de los objetivos de la Cumbre del Milenio. Pero dejemos que hable la Asamblea General de las NU en su resolución, de octubre de 2010, Nº 65/1, en su inciso Nº 22.
Estamos profundamente preocupados por el impacto de la crisis financiera y económica, la más grave desde la Gran Depresión. La crisis ha echado a perder algunos logros en materia de desarrollo alcanzados en muchos países en desarrollo y amenaza con menoscabar seriamente el logro de los Objetivos de Desarrollo delMilenio para 2015
La Conferencia de Durban, (Diciembre de 2011) al igual que las anteriores no llegó a solucionar ningún problema, sólo planteó la perspectiva de una posible solución para el 2020. Las emisiones contaminantes seguirán aumentando a nivel global, a no ser que una crisis económica mundial lo impida, y, con algo de suerte, en 2020 podremos contar con una nueva convención. Tampoco se debe olvidar que los efectos de los contaminantes sobre la salud es parte de la estrategia, disimulada, sostenida por el imperio para reducir la población a niveles que posibiliten la sobrevivencia del sistema[9].
La persistencia de las crisis, brevemente descritas, desde sus inicios en el 2008 hasta la fecha, muestran la ausencia de respuestas políticas para conjurarla, es lo que se reconoce como crisis de las políticas macroeconómicas, Los fondos indispensables para enfrentar la crisis se los puede obtener ya sea de aportes que pudiera realizar el sector empresarial, particularmente los bancos, aumentando impuestos y otros, por los recursos que pudiera reunir el Estado reduciendo el gasto público disminuyendo los servicios como la educación, salud, vivienda, etc. o los recursos que se pueden obtener reduciendo los costos sociales ya sea rebajando los montos de la jubilación, aumentando la edad de jubilación, disminuyendo salarios, aumentando horas trabajada por el mismo salario, transformando una buena parte de ellos en desocupados, reemplazados por robots y tecnologías digitalizadas automáticamente. Los estados también recurren a la inflación como fuente de recursos, agudizando la miseria.
Siendo los bancos los verdaderos dueños del poder, evidentemente, no se resolverá la crisis con aportes propios ni con recortes al presupuesto militar. Por el contrario la quiebra de los bancos se enmienda con recursos del Estado, aportados por el aumento de la explotación del trabajador y la disminución de los gastos públicos, ambos fondos son soportados por el pueblo. El incremento de la riqueza de las transnacionales es el incremento de la miseria de las mayorías excluidas, con lo que se ensancha, a su vez, la brecha ya existente entre ricos y pobres, el ejército de insatisfechos aumenta cada día y se transforma en las masas de indignados que salen a las calles por el mundo entero para reclamar políticas que solucionen la crisis. Las marchas de nativos amazónicos y platenses, como la del TIPNIS[10] en Bolivia reclaman el reconocimiento de sus derechos humanos y la defensa de su “hermana, la naturaleza”. No están estos dispuestos a seguir dando su vida por la vida de los bancos y empresas ineficientes y tampoco quieren seguir siendo explotados por el capital, compromiso que el Estado, servidor de los banqueros, no está dispuesto a ejecutar. De esta manera se agudizan cada día más las relaciones entre la mayoría explotada y las minorías privilegiadas, desmejorando la gobernanza, dando lugar a levantamientos populares como los de la “primavera árabe”, la que avanza victoriosa desplazando viejas dictaduras. Todos juntos amenazan resquebrajar definitivamente la estructura económica neoliberal, sostén del sistema de poder y plantean el cambio de las bases estructurales de la era de la civilización por una nueva era que reinstale en un primer plano la satisfacción de las necesidades humanas.
La disputa de los distintos centros imperiales de esta economía planetaria con poderosos ejércitos, los ha transformado en verdaderos agujeros negros de sus economías. La absorción de riquezas que demandan estos ejércitos en una economía globalizada, que ha alcanzado sus fronteras, no puede cubrirse sin provocar graves reacomodos entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, cuyas contradicciones han colocado al sistema en una encrucijada insoluble, si no es a costa de más sacrificios del sector público y trabajador, cuya resistencia ha dejado atrapado el sistema en una espiral diabólica, cuyo único final será el derrumbamiento del sistema de poder y de la apropiación capitalista de las riquezas.
El ingreso de la humanidad a la transición, desde la era del poder, esto es de la era de la civilización, hacia la era del humanismo superior, se caracteriza por el caos generado ante la ausencia de soluciones racionales, a causa de haber perdido el monopolio del control físico de la fuerza como es en Somalia, Afganistán e Irak, la incapacidad para cubrir los servicios básicos como es Haití y la falta de reconocimiento de la comunidad internacional como es Palestina. Los ejemplos corresponden a casos extremos, evidentemente este problema comprende al mundo entero, así por ejemplo en los EUNA, a partir de la crisis, la pobreza aumenta, donde “Cerca de 49 millones de estadounidenses tienen problemas para conseguir alimentos suficientes y eventualmente pasan hambre, confirmó hoy un reporte del Departamento de Agricultura”[11].
Los fracasos de la derecha lanzan a los sectores marginales en brazos del autoritarismo estatista con propuestas ya conocidas como fracasadas, es el caso de países americanos como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua en América, los que se aferran a posiciones socialistas revolucionarias con proyectos de control absoluto del Estado al mismo tiempo que ofertan como anzuelo la democracia participativa y transforman la democracia que los encumbra, en método de reposición de las ya conocidas dictaduras del sistema socialista de la URSS, ya colapsado. Los fracasos de la izquierda condena a los sectores empobrecidos a la sobreexplotación de la derecha, se convulsionan generando un proceso de derechización como viene sucediendo en Europa y ante la falta de soluciones vuelve a recurrir a la izquierda a pesar de no aparecer soluciones nuevas, la desesperación de la población la lanza a la búsqueda de soluciones al azar, así podemos mencionar Grecia que de gobiernos derechistas pasó a manos de la izquierda y ante la continuación de la crisis se reemplaza la presidencia por un tecnócrata y adelantan las elecciones para seguramente volver a manos de la derecha, es el caso también de Italia y algo similar está sucediendo con España, donde el fracaso de la derecha de Aznar dio el triunfo al gobierno izquierdista de Zapatero, quien ante el fracaso de su gestión se ha visto obligado a adelantar las elecciones para tranquilizar al pueblo indignado por los bajos salarios y la falta de trabajo, para volver al ya fracasado gobierno de la derecha, ahora en manos de Rajoy. De esta forma se va gestando una sociedad frustrada, escéptica y dispuesta a cualquier cosa para sobrevivir, hemos entrado a un proceso de reconfiguración del poder apoyado en el desconocimiento de valores y principios que deberían regir toda convivencia humana. Es el origen de la criminalidad creciente y de una corrupción incontrolable. Las mafias se organizan desde las cárceles, desde las instituciones policiales y militares en las que no escasean autoridades superiores del poder judicial, ejecutivo y legislativo. Al extremo de establecerse políticas oficiales eufemísticamente denominadas, por ejemplo en Bolivia, de defensa de la coca o de control del contrabando, cuando en el fondo se mueven inmensas economías delincuenciales de alcance internacional como es el narcotráfico y el contrabando o, con el nombre de ejércitos privados, se contratan mercenarios para desviar la responsabilidad de gobiernos “democráticos” como es la organización criminal de alcance internacional conocida con el nombre de Blackwater, uno de los principales socios privados de los EUNA en la lucha contra el terrorismo e importante contratista-colaborador en la guerra contra Irak y Afganistán. Es cada vez mayor la capacidad militar de estas organizaciones criminales, con una participación sobresaliente en la guerra sucia contra los pueblos que buscan su liberación, lo que ya nos sugiere que el uso descontrolado de la fuerza es la vía catastrófica, que desarrolla el sistema para sacar la economía del mercado globalizado del atolladero en que la ha colocado la historia. En América está el macabro caso de Nicaragua, país en el que la izquierda a la cabeza de Daniel Ortega, accedió al poder después de una sangrienta guerrilla, ante su fracaso fue desplazado por la derecha y ante un nuevo fracaso, ahora nuevamente el pueblo se aferró a la ensangrentada izquierda, antes fracasada, colocando de presidente al mismo ex guerrillero corrupto, Daniel Ortega, que fue acusado ante los estrados judiciales por la violación de su hijastra, desde los 11 años, causa cerrada posteriormente por prescripción de la acción penal.
El mundo asiste a un endurecimiento de las posiciones de fuerza, los sectores privilegiados no están dispuestos a ceder sus posiciones pacíficamente, los gastos militares tienen prioridad, así por ejemplo Bolivia, País declarado constitucionalmente como pacífico ha asignado más de la mitad de su presupuesto al sostenimiento de la fuerza militar y las de Gobierno. El gasto militar a nivel mundial crece año tras año, del 2000 al 2009 se ha incrementado en 50%. La militarización es cada vez más generalizada, proyectando la fascistización del sistema. Los inmensos recursos destinados al sostenimiento del aparato militar representan la negación de los recursos indispensables para encarar la crisis y ésta a su vez profundiza la espiral diabólica.
La humanidad toda ha entrado a una etapa de caos por falta de políticas que consideren las necesidades humanas de la población.
Es a este conjunto de contradicciones, rápidamente resumidas, concentradas en el Estado y que muestran distintos grados de ingobernabilidad, de incapacidad de cumplir con sus obligaciones de servicio público, con una corrupción creciente, que ha invadido las esferas sociales, que se sale del control de los centros de poder y muestra la dificultad creciente de imponer su orden facilitador de la explotación de los pueblos, se lo ha identificado con el nombre de estados fallidos, en la intención de remendar sus deficiencias. En realidad se trata de una espiral diabólica, cuya resolución sólo es posible con la sustitución del sistema de poder que impone la sobre explotación de los pueblos. Es un proceso de agonía de la sociedad que muere y se resiste, sobre la que va surgiendo lentamente los elementos de la nueva sociedad emergente, fuertemente asentada en los valores humanos. Algunos existían antes de la crisis de la economía del mercado y otros van apareciendo con la profundización de su agonía.
Existen dos elementos fundamentales que han acompañado a la humanidad a lo largo de su existencia, los que se muestran con mayor nitidez con la agudización de la crisis:
El primero, se refiere a la humanidad del ser, que nace de la relación con el otro, en la interacción del ser social, la que se consolida en la era del humanismo primitivo con las relaciones de reciprocidad establecidas mediante el regalo y la solidaridad. Es el origen de los derechos del hombre emergentes de la naturaleza humana en equilibrio con su medio, son universales y anteriores al ordenamiento jurídico y al derecho fundado en la costumbre o derecho consuetudinario, comprenden una parte fundamental de la filosofía del derecho, reconocido como el derecho natural del hombre o iusnaturalismo.
El segundo, se refiere al acompañamiento permanente que ha hecho la conciencia del género humano a los procesos económicos, políticos, y sociales que se han desarrollado a lo largo de toda la era de la civilización en una lucha inclaudicable contra las imposiciones del poder al servicio de los privilegiados. Si bien esta defensa del contenido humano de la sociedad ha sido continua, las épocas de transición de un modo productivo a otro corresponden a momentos históricos de tensionamientos extremos entre las fuerzas en lucha. Las del sistema que se gota y las del sistema que emerge. Es en esta transición en que la defensa de los valores humanos se transforma en el motor impulsor de la transición, la que aporta los argumentos de la misma, aunque en la culminación del proceso, hasta ahora, el sistema productivo emergente siempre ha sido copado por el poder como garante de la riqueza en expansión del nuevo sistema productivo, en desmedro de la preservación de los valores humanos.
Así por ejemplo en la Grecia Antigua, lugar de la fuente principal de la cultura occidental, el prolongado proceso de transición del humanismo primitivo a la sociedad esclavista estuvo acompañado por una riquísima creación intelectual y espiritual como reflejo de la intensa lucha que se dio, por un lado, en defensa de los valores de la sociedad humanista primitiva, agonizante, y, por el otro, como discurso respaldatorio del emergente Estado esclavista, y fue de tal importancia que hasta ahora una gran parte de esta producción intelectual y espiritual sigue siendo válida tanto para la renovada emergencia humanista como para el anti humanismo del poder conservador, sostén de la civilización que se agota.
La transición del modo productivo esclavista al feudal también fue alimentada por las aspiraciones humanistas de los pensadores de la Grecia Antigua, a ella hay que sumar los valores humanistas incorporados por los estoicos y el cristianismo primitivo que se expresa en el Arte de Vivir de Epícteto[12], en la actualización de los Diez Mandamientos y otras enseñanzas, consideradas por los cristianos como el germen de los Derechos Humanos. Proclamó la igualdad entre los seres humanos y el rechazo a la violencia. Uno de los aportes principales de este periodo a la cultura de occidente es el Derecho Romano.
Finalmente está la transición del feudalismo al capitalismo, la cual estuvo signada por el renacimiento de la cultura clásica grecolatina, reconocida por el modernismo como creadora del humanismo. Fueron muchos los humanistas que enriquecieron a los clásicos, como Francisco de Petrarca, Erasmo de Roterdam, Dante Alighieri entre los más antiguos del periodo, luego diversificados por los promotores de las distintas versiones religiosas, el pensamiento liberal y los distintos matices materialistas del humanismo sectario.
En la etapa moderna, el humanismo[13] se divorcia del teocentrismo reinante en la edad media para asumir un carácter antropocéntrico, donde el ser humano es la medida de todas las cosas y la organización social debe desarrollarse a partir del bienestar humano. El Humanismo es un movimiento, que se evidencia en un cambio gradual de la cultura del poder: la explotación, el abuso, la hipocresía, el doble discurso, la manipulación, la arrogancia, la frivolidad, el consumismo, el despilfarro; hacia la cultura de la sociedad humanista asentada en el respeto al otro, la riqueza de las diferencias, la multiculturalidad, la diversidad, la complementación de lo diverso y la inclusión mediante el dialogo, la equidad, la solidaridad para consolidar una sociedad libre que erradique para siempre la violencia.
El género humano viene dando pasos cada vez más firme en la consolidación de la sociedad humanista. Entre los hitos principales, todavía medievales, debemos mencionar la Carta Magna Inglesa, de 1215, conocida como Magna Carta Libertatum. uno de los antecedentes de los regímenes políticos modernos en los cuales el poder del monarca o presidente se ve limitado por un consejo, senado, congreso, parlamento o asamblea. Es precursora del Constitucionalismo Clásico. La mandinga, Carta de Mandén, de 1222, es la declaración que fijó las reglas básicas en las que se fundó el Imperio Malí, con la intención de evitar la guerra y garantizar una convivencia armoniosa. De importancia histórica y cultural, es un logro en la historia de África, ya que estableció formalmente la federación de las tribus mandinga bajo un gobierno asociado a los derechos humanos. Estaba compuesta por siete estrofas cuyos encabezamientos[14] resumen su contenido:
1. "Toda vida es una vida", 2."El daño requiere reparación", 3."Practica la ayuda mutua", 4."Cuida de la patria", 5."Elimina la servidumbre y el hambre", 6."Que cesen los tormentos de la guerra", 7. "Cada quien es libre de decir, de hacer y de ver".
El filosofo británico John Locke (1632-1704) escribió una teoría completa de los derechos humanos, estableciendo que las sociedades organizan gobiernos a fin de garantizar para sí el disfrute de los derechos naturales.”A su juicio, los ciudadanos sólo están obligados a ser leales a un gobierno que proteja sus derechos humanos. Esos derechos pueden incluso tener precedencia sobre las pretensiones y los intereses del gobierno. Un gobierno sólo puede ser legítimo si respeta y protege sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos[15]”. Influyó de forma determinante en las ideas de la Revolución Gloriosa y la Declaración de Derechos Británica de 1689, la que limitó los poderes del monarca, erradicó la monarquía católica y absolutista, dando paso a la monarquía constitucional.
La Declaración de Derechos de Virginia se firmó un mes antes de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos[16]. Afirma que “todo poder es inherente al pueblo y procede de él; los magistrados son mandatarios del pueblo, servidores y en cualquier momento responsables ante él; los poderes legislativo, ejecutivo y judicial deben ir separados; y la libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad y no puede ser restringida jamás”. En la Declaración de la Independencia se reconocen los derechos inalienables, entre los cuales están “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” Asimismo declara: “Siempre que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios el pueblo tiene el derecho a reformarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios.”
Bajo el influjo de las ideas de Charles Montesquieu (1689 - 1755), quien criticó severamente los abusos de la iglesia y el Estado, y las de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), quien propugnó la idea de una sociedad basada en la igualdad absoluta, “en la que cada miembro, a la par que se somete a las decisiones de la sociedad, es al mismo tiempo parte del pueblo soberano, cuya voluntad general constituye la Ley,” La Asamblea Nacional Constituyente de Francia aprobó, el 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre, los que se entienden como universales, son derechos naturales e imprescriptibles del hombre, son anteriores a los poderes establecidos y son considerados como aplicables en cualquier lugar y cualquier época y se resumen en: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Los contenidos de los derechos humanos de estas Declaraciones se basaron en la ideología burguesa, el individualismo y el liberalismo, que se mantuvo hasta los inicios del siglo XIX, en el que las luchas obreras demandaron nuevos derechos para dar solución a los problemas sociales. Una nueva filosofía social se fue consolidando y se manifestó como socialismo científico, socialismo utópico, socialdemocracia, anarquismo y otros. Algunas se concretan, a inicios del siglo XX, con la revolución rusa, la revolución mexicana, la socialdemocracia en Europa, acompañado de un despertar social generalizado a nivel internacional.
Como respuesta a los horrores de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, en un esfuerzo por establecer un orden institucional más humanizado se creó la Organización de las Naciones Unidas el 1945 y se aprobó el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Es un documento con el que los países signatarios, Bolivia entre ellos, se comprometen a promover la libertad, la justicia y la paz en base al reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
En forma paralela se estableció la cruenta lucha del sistema capitalista contra el sistema socialista en la pugna por la hegemonía mundial, dejando a un lado las declaradas aspiraciones reivindicativas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y determinando el fracaso, en este campo, de las Naciones unidas.
La disgregación del imperio socialista en 1989 y la desintegración de la URSS el 1991, el acontecimiento más importante del siglo XX, es la primera gran derrota que sufre la más alta expresión de poder estatal alcanzado a nivel mundial. La desaparición de la división bipolar del mundo no trajo el fin de la guerra a causa de la multipolaridad del poder neoliberal, unificado frente al poder estatal, pero en su ausencia, en mutua competencia.
La hegemonía del neoliberalismo de EUNA no duró mucho tiempo debido a las sucesivas crisis financieras que se desencadenaron y determinaron la crisis generalizada, hasta ahora sin solución, del 2008. Sumado a esto, con el crecimiento de la condición de Estados fallidos es posible afirmar que se trata de una crisis del poder que sostiene el sistema imperial privado y estatal.
El enfoque marxista de la crisis del capitalismo privado desarrolla la contradicción fundamental y antagónica de la apropiación capitalista privada del resultado de la producción frente a la producción social. En el capitalismo monopólico, en primer lugar el monopolio capitalista adquiere carácter privado, mixto y estatal, lo que significa que la transferencia del capital privado al Estado no es otra cosa que la conformación de otra forma de monopolio del capital. La socialización del capital es un engaño, hecho demostrado por el más grande fracaso, en el siglo pasado, del imperialismo socialista, incluyendo la desintegración de la URSS, cuyas economías estatales pasaron a transformarse en economías mixtas y de capital privado. En el espíritu de los derechos humanos, los revolucionarios, responsables del estatismo, oportunistas del social-comunismo, debieran estar bien guardados entre rejas para que nunca más vuelvan a sacrificar poblaciones ingenuas con ofertas de falsos paraísos. Desgraciadamente los procesos son lentos y siguen brotando nuevos socialismos construidos sobre las miserias de los pueblos y apuntalados por el poder del Estado en Bolivia, Venezuela, Nicaragua y otros.
Las fuerzas productivas conformadas por las masas trabajadoras y los medios de producción, en la economía contemporánea dependen básicamente de los medios de producción, la capacidad de trabajo del asalariado ha sido transferida por la tecnología a las máquinas automatizadas y controladas digitalmente, en las que se precisan muy pocos operadores para poner en funcionamiento una planta industrial. Se ha ingresado a una sociedad robotizada, en su mayor proporción controlada por robots para el beneficio de los dueños de los monopolios. En fin, la robotización de la producción es la deshumanización del trabajo y la sociedad toda. No se trata sólo del desplazamiento de la clase trabajadora, sino también de la clase media, campesinos, profesionales, pequeños y medianos empresarios; la mayoría de la población ha sido sometida a la explotación del mercado, por lo que el planteamiento de una reivindicación únicamente de la clase trabajadora resulta insuficiente ya que ésta es minoritaria y han pasado los tiempos del paternalismo, toda la población es abusada por las transnacionales. La única reivindicación posible debe ser la que considere la diversidad social, cultural, regional, económica, de género, etc. Este carácter diverso de la sociedad para encontrar una salida pacífica requiere en primer lugar el respeto a cada componente de la sociedad, así mismo es indispensable el reconocimiento de la necesidad del diálogo y la democracia participativa como herramienta indispensable para superar las diferencias, esto significa el renunciamiento a todo recurso de fuerza y a toda autoridad emanada verticalmente en la búsqueda de soluciones. Se la debe reemplazar por una generación de la autoridad consensuada desde las bases, con lo que se estructurará un aparato administrativo vigilado permanentemente desde abajo.
Para superar la contradicción fundamental del monopolio capitalista privado, mixto y estatal se debe reemplazar la apropiación capitalista de los beneficios de la producción por su apropiación individual y social, esto requiere que los trabajadores, los consumidores, los proveedores de insumos, el vecindario es decir los miembros de los distintos sectores involucrados en la producción deben transformarse en propietarios directos de la producción, respetando al individuo como propietario primario, intermediado por la comunidad para expresar el carácter social del ser, con lo que se elimina el individualismo liberal y se elimina el abuso social sobre el individuo; resguardando la libertad del individuo como elemento fundamental de una sociedad libre, una sociedad centrada en la vida y el bienestar del género humano en equilibrio con la hermana naturaleza, una sociedad horizontal abierta, una sociedad humanista beneficiaria de los adelantos tecnológicos y de la ciencia, en fin una sociedad enraizada en el humanismo superior.
El humanismo superior es la única alternativa no violenta, capaz de impedir el genocidio a nivel mundial, denunciado por el informe Lugano, como solución fascista para la preservación del modelo neoliberal.
Bibliografía
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[2] Del Consejo Científico de la Asociación de la Tasación de las Transacciones financieras y por la Ayuda a los Ciudadanos, ATTAC.
[3] Civilización, palabra derivada del latín civitas, que significa ciudad. En una sociedad alude a centros poblacionales como sedes administrativas, centros económicos, políticos y de poder.
[4] Según el marxismo–leninismo el proceso culmina con un estadio comunista, el que no se incluye aquí por tratarse sólo de una utopía futurista, del modo productivo imperial socialista, ya agotado.
[5] Existe una diversidad de humanismos, por su disposición relacional abierta, aquí se lo ha diferenciado como Humanismo Superior.
[6] El salvajismo y la barbarie comprenden el estadio del comunismo primitivo y su transición al estadio de la civilización.
[7] El arco, instrumento fundamental en la vida del cazador, lo acompañaba hasta en la tumba.
[8] Ver: Asamblea del Pueblo Guaraní, 2006, Ore Ñemongeta, Propuesta hacia la Asamblea Constituyente, http://www.forodac.org.bo/upload/cl40_395_propuesta_apg.pdf 2011
[9] El Informe Lugano sostiene que la sobrevivencia del sistema requiere reducir la población mundial a 4,5 mil millones de habitantes.
[10] TIPNIS: Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure.
[11] Ver: Infancia hoy, Agencia Internacional de noticias. 2009
[12] Epícteto. Manual de Epícteto. http://www.upasika.com/docs/helenistica/Epicteto%20-%20Manual.pdf. 2011.
[13] Humanismo es el movimiento intelectual integrador de los derechos humanos, es un movimiento filosófico antropocéntrico.
[16] Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, (2011)
En las tierras del Libertador Grigotá, 25 de diciembre, 2011
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