Humanismo y Poder
Por: Álvaro Jordán
Los
temas del humanismo y el poder corresponden a la esencia misma del ser humano. Es
una unidad contradictoria, que determina el proceso existencial humano, por lo
que su análisis obliga a plantear esta
reflexión a partir del nacimiento del ser.
Reconstrucción del Australopithecus afarensis[1]
Sus
ancestros formaron parte del tronco común del orden de los primates, que existieron
ya hace más de 7 millones de años.
A partir de ellos, entre los 7 y 6 millones
de años, algunos de sus descendientes empezaron a diferenciarse con
características humíninas, cuya familia se la identifica como homíninos. Se comenzó
a producir la bipedación con los pre-austrolopithecus, la que se configuró totalmente con sus
descendientes, los australopithecus, entre los 4 y 2,5 millones de años atrás.
El
género Homo aparece hace 2,8 millones de años, el que continuó evolucionando
hasta llegar a conformarse la especie del Homo sapiens, el ser humano actual, hace
aproximadamente 200 mil años.
Fueron
los desequilibrios provocados por los cambios de la naturaleza en el planeta
tierra los que dieron origen a la vida, a los procesos evolutivos y a la
selección natural, en una reacción caótica del sistema interno del ser por establecer
condiciones compatibles con las del sistema exterior, en las que, para cada nacimiento
de una variante progresiva del ser nacían muchas variantes regresivas, que la
selección natural se encargaba de decantar. Las variantes regresivas son rápidamente eliminadas,
mientras que las variantes progresivas se multiplican y saturan el medio,
entrando a una etapa de competencia, donde, de acuerdo con la opinión de
Charles Darwin, expuesta en la “El origen de las especies”, se impone el más
apto, generalmente identificado como el más fuerte, ya sea física, química o
biológicamente. Cuando el sistema interno de la especie humana no logre mantener
sus variables ajustadas armónicamente con las de la naturaleza externa, el ser
humano desaparecerá.
Los
antecesores de los homíninos, los homínidos, eran animales arbóreos, vivían sobre
las ramas de los árboles y desplazándose sobre el suelo, alimentándose de
retoños y frutas. Estaban adaptados para ese ambiente. La transformación de los
bosques en praderas, a causa de cambios climáticos sufridos por la naturaleza, la
necesidad de desplazarse por terrenos abiertos favoreció a las variantes que
empezaron a caminar erguidos sobre la tierra, las que sobrevivieron fueron las
que se adaptaron mejor a las nuevas condiciones del medio y desarrollaron nuevas
cualidades evolutivas como ser la conformación de manos muy flexibles, con el
pulgar opuesto a los otros dedos, se modificaron los pies haciéndose más aptos
para caminar, las caderas se modificaron, así como la columna vertebral y lo
más importante, se produjo un desarrollo significativo en la capacidad
cerebral. Estos primeros homíninos, debido a su condición física, relativamente
desprovistos de defensas naturales, poco a poco se adecuaban, desarrollando
nuevas cualidades adaptativas; después de la bipedación, desarrollaron la
capacidad de pensar y con ello la construcción de armas y herramientas con lo
que mejoraron su capacidad defensiva en
la lucha por la vida.
En
etapas posteriores, diferenciados ya como el género Homo, desarrollaron nuevas
cualidades como fue el lenguaje, la autoconciencia, mejoraron nuevas herramientas y con el control del fuego diversificaron
sustancialmente su alimentación y conquistaron nuevos espacios de territorios gélidos, estableciendo así la supremacía territorial sobre
el resto de animales. Cualidades que diferenciaron definitivamente el
comportamiento animal y el comportamiento humano.
La
adaptación a las nuevas condiciones había generado una nueva forma de
manifestación de la materia. Había nacido la capacidad psíquica del ser, que
determina la condición humana. Por un lado la fuerza, cualidad animal heredada
del mono, junto con la capacidad mental, adquirió la forma de poder. la que entró en permanente colisión con la otra
nueva peculiaridad mental humana, el humanismo, expresión de la conciencia;
cuya consecuencia dialéctica fue la apertura de enormes posibilidades de desarrollo del nuevo ser que
había surgido.
El
instinto gregario, con el que conformaban los monos las fuerzas necesarias para
enfrentar enemigos más poderosos, se transformó en una conciencia social humana
con enorme potencial para triunfar en la competencia por la vida.
La
sociedad primitiva, en sus inicios estaba constituida por agrupaciones
naturales de parentesco. En su interrelación con la naturaleza logró desarrollar
comportamientos, que en conjunto se pueden identificar como las de una sociedad
de avanzados contenidos espirituales. Consolidaron relaciones, que Dominique
Temple llama de reciprocidad. Una sociedad articulada por valores y principios centrados
en el ser humano, que hemos definido como las bases del humanismo primitivo. Estas
relaciones, horizontales, desarrolladas por las inteligencia, individual y
colectiva, y orientadas por la búsqueda de la armonía con la naturaleza se identifican
como relaciones naturales, las que modernamente el derecho reconoce como una de
sus ramas más importantes, el derecho natural, y han sido incorporadas por las Organización
de las Naciones Unidas como parte sustancial de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, firmada en París, en diciembre del 1948.
En
la sociedad del humanismo primitivo las actividades más importantes estaban
determinadas por la búsqueda de los alimentos necesarios para la sobrevivencia,
los que se obtenían directamente de la naturaleza ya sea recolectándolos o
cazándolos. Estos se consumían inmediatamente por no existir ninguna
posibilidad de conservarlos para acumularlos. En este afán debían competir
continuamente, día a día, por el espacio y evitar convertirse en alimento de
las fieras, las que estaban mucho mejor dotadas, tanto en fuerza y agilidad, como
en la posesión de defensas naturales como garras, colmillos y una piel muy resistente,
entre otras cualidades, inexistentes en el humano. Estaban obligados a organizarse
colectivamente para enfrentarlas con éxito. Por lo tanto, era una necesidad
existencial la consolidación del grupo para confiar la vida de los unos en los
otros. Este fue el origen del fortalecimiento de las relaciones de
reciprocidad, que conformaron la sociedad del humanismo primitivo, establecido
en esta primera era de la existencia humana.
Al
final de esta era, en su transición hacia la era de la civilización llegaron a
desplegar complejos y monumentales trabajos, que hasta ahora nos asombran; como
son, en su manifestación de cooperación
colectiva y de beneficio mutuo, las extensas y complejas estructuras
hidráulicas de la cultura mojeña en América del Sur. En su manifestación de
poder vertical, mediante la esclavización de los pueblos sometidos, lograron
las construcciones piramidales de los Mayas, Egipcios y muchas más, diseminadas
por todo el globo; realizaciones sólo posible por la conjunción de una inmensa
suma de voluntades individuales y orgánicas de cooperación horizontal
comunitaria, para el primer caso, o de ordenamiento vertical impuesto por el
poder del estado, para el segundo caso, conformadas al término de la sociedad
primitiva y comienzos de la civilización.
La
civilización se empieza a conformar cuando el humano va desarrollando su
capacidad para el cultivo de tubérculos, gramíneas y la cría de ganado, es
decir, se genera un excedente con el que se puede asegurar la alimentación de
grupos de individuos que no trabajan en la producción lo que permite disponerlos
para cuidar a los otros, los que trabajan. Es el excedente del trabajo
transformado en poder. Es el momento del nacimiento de la sociedad escindida en
clases, con la fuerza indispensable, en forma de poder, para sostener un
sistema de explotación, característica principal, distintiva de la era de la
civilización. El poder ha impregnado íntimamente todas las relaciones humanas
ya sean económicas, sociales y/o políticas llegando a construir una cultura del
poder en la que nada está al margen del mismo, imponiendo el pensamiento de la
imposibilidad para la existencia de la civilización al margen del poder,
ocultando astutamente la larga existencia del humanismo primitivo, de la que
surgió. Para el mundo occidental la civilización tiene una edad que oscila entre
los diez y quince mil años, en cambio el humanismo primitivo tuvo una
existencia de más de ciento cincuenta mil años.
En
sus comienzos los jefes más experimentados y fuertes, identificados sociológicamente
como patriarcas, vivían del trabajo de sus parientes: mujeres, hijos, sobrinos,
hermanos y tíos que trabajaban para él. En general, el sometimiento de la mujer
fue el primer acto de conquista del hombre[2],
transformando el matriarcado del humanismo primitivo en el patriarcado de la
civilización, reemplazando, valga el ejemplo de Grecia, la teogonía femenina de
la religión de las sociedades primitivas[3]
minoicas por la teogonía masculina de los inicios de la civilización impuesta
por los invasores nómadas que la ocuparon. A los enemigos derrotados se los
transformó en esclavos y poco a poco fue consolidándose la sociedad del poder,
asentada en una estructura identificada con el nombre de estado. La
organización del estado brota permanentemente de la necesidad de imponer a los
explotados la expropiación de sus riquezas: el excedente del trabajo y las
riquezas naturales, para beneficio de los explotadores.
De
esta manera se dio inicio a una sociedad cuya riqueza crece en forma casi continua
para el beneficio de los explotadores, dejando a los sometidos apenas lo
indispensable para su sobrevivencia y reproducción. Cuando deja de crecer entra
en crisis.
La
era de la civilización se distingue por su cualidad más importante, el poder, coaccionando
permanentemente para lograr el sometimiento de las mayorías que se resisten a
la expropiación del producto de su trabajo, situación que genera una
confrontación permanente. Éstas, las mayorías, son las que integran las expresiones
de las reivindicaciones humanistas de la sociedad, es la portadora de la
cualidad más importante del ser humano, el humanismo, que resiste incansablemente
las imposiciones de la minoría explotadora, de esencia inhumana, el poder. Es
una sociedad que vive en un equilibrio inestable, sólo sostenido por la imposición
del poder al servicio de la clase dominante.
A
lo largo de la era de la civilización como resultado de la contradicción del
poder y el humanismo ha habido un permanente ajuste de las relaciones de
producción a las condiciones de las fuerzas de trabajo, generando los modos de
producción distintivos de las sucesivas etapas que la han conformado:
esclavismo, feudalismo, capitalismo: mixto-privado y mixto-estatal, según la
hegemonía sea del capital privado o del capital estatal. Se distingue una
subetapa previa al esclavismo identificada como patriarcado. Así mismo se
distingue una subetapa de transición entre el feudalismo y el capitalismo con
el nombre de mercantilismo. El capitalismo mixto, en su forma privada y estatal
ha ingresado a una etapa imperial, identificada como imperialismo privado e
imperialismo estatal, respectivamente. La ideología marxista, ante el
agotamiento de la etapa capitalista privada, sugirió el nacimiento de un nuevo
modo productivo, que identificó erróneamente como comunismo, con una etapa de
transición que llamó socialismo, en el que la producción sería suficiente para
dar a cada uno según sus capacidades, y en el comunismo para dar a cada uno según
sus necesidades y acabar con la sociedad de clases. Aspiración utópica a causa de las limitaciones impuestas
por un planeta con recursos limitados para abastecer a la población que la
habita, aparte de los graves errores en la interpretación teórica marxista como
la ausencia de confianza en el ser humano y el mantenimiento de la enajenación
del trabajador. La subetapa socialista, en realidad no resultó ser otra cosa que
la transformación del capitalismo mixto privado en capitalismo mixto estatal,
ambos en su forma imperial compitiendo por la hegemonía mundial.
El
agotamiento del capitalismo, en su fase superior imperial, privada y estatal, después
de alcanzar su máximo nivel de concentración del poder, ha entrado a un periodo
de dispersión del poder, generando un
empoderamiento creciente de las mayorías explotadas.
Del
imperialismo bipolar se ha pasado a un imperialismo monopolar, en el que luego
de entrar en crisis se hace cada vez más ostensible la emergencia de una
multipolaridad del poder. La competencia por la hegemonía genera una etapa de
transición signada por una lucha cada vez más aguda por el control del poder, generando
simultáneamente un crecimiento de vacíos de poder, con lo que el sistema mundial capitalista se ha transformado
en un sistema mundial de estados fallidos[4].
Expresa la contradicción irresuelta entre el poder concentrado por la riqueza
acumulada en pocas manos y la inmensa mayoría del pueblo conformada por las
mayorías de campesinos, nativos, obreros, empleados, profesionales y
propietarios, luchando por sus derechos y la sobrevivencia de la humanidad, profundizando
la situación de equilibrio inestable, que necesariamente en algún momento, con
el debilitamiento del poder causado por la escases de las materias primas, el
mejoramiento del conocimiento causado por su democratización y la evolución de
la ciencia y la tecnología, se resolverá a favor de los últimos.
Resumiendo
se puede decir, que en la evolución del ser humano, resaltan dos
características esenciales, que se encuentran, permanentemente, determinando la
existencia de la especie: el humanismo y el poder.
Ambas
se encuentran presentes constituyendo un equilibrio dialéctico. Es un par de
fuerzas antagónicas y complementarias a la vez, sin solución de síntesis ya que
de esta oposición antagónica nace la vida, el movimiento y la libertad, según
su interrelación con la naturaleza.
Según
las condiciones de las relaciones del humano con la naturaleza, éstas han
favorecido la presencia predominante de las relaciones humanistas, en la era
del humanismo primitivo, o de las relaciones de poder, en la era de la
civilización. Hay que recordar que el humano es
parte de la naturaleza, es resultado del infinito potencial creativo de
la naturaleza y como tal, ésta condiciona el comportamiento del ser.
En
la etapa final de la era de la civilización, se produce el agotamiento del
último modo productivo de esta era, es decir el modo productivo capitalista en
su etapa imperial ha entrado en su fase de agotamiento, al mismo tiempo que se
ha empezado a agotar el sostén esencial de la era de la civilización, esto es
el poder, situación que coloca a la humanidad en las puertas de una nueva era, a
la que hemos dado el nombre de la era del Humanismo Superior.
La
globalización de la economía ha alcanzado las fronteras de la capacidad de
abastecimiento del planeta con recursos naturales, haciendo imposible el
abastecimiento de las necesidades de la población existente Se están acabando
las materias primas baratas, cada día cuesta más su obtención, lo que impone
ajustes permanentes de precios, obligando a las élites a nuevas declaraciones
de crisis, en forma casi permanente, para cargar los costos a la población,
agudizando las diferencias entre ricos y pobres[5]
y creando las condiciones objetivas para el nacimiento de la era del Humanismo
Superior.
En
realidad la declaratoria de crisis implica nuevas y jugosas ganancia para los
dueños de las transnacionales. Los índices de la bolsa internacional caídos a
causa de la crisis del 2007 se han recuperado en apenas cinco años, agudizando
la polarización de las riquezas. Recordemos que en la crisis del 1929 la
recuperación recién se logró en el 1945, 16 años después, con una guerra
mundial en el medio.
Los
intentos de concentración planetaria del poder, sistemáticamente son
desplazados por los nuevos centros emergentes de poder apoyados en las fuerzas siempre
insatisfechas del humanismo que empiezan a tomar conciencia para sí.
Las
pretensiones hegemónicas del Eje Fascista, victoriosas inicialmente frente al
imperio británico, francés, holandés y otros menores, fueron derrotadas por los
nuevos aspirantes a la hegemonía mundial: el naciente imperialismo del capital
privado de Estados Unidos de Norteamérica (EUNA) y el naciente imperialismo del
capital estatal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, (URSS), autodenominado
socialismo.
La
confrontación de estos dos centros de poder imperial por la hegemonía mundial
se llevó a cabo mediante lo que se llamó la guerra fría, cuyo desenlace resultó
del colapso del sistema imperial del capital estatal y, luego de un corto
periodo de hegemonía monopolar del poder neoliberal, en su agotamiento se
generalizó la confrontación del poder, disperso entre múltiples centros de
poder, todos pugnando por la hegemonía, como sucede con los componentes de la
Unión Europea y los del bloque de los países integrantes del BRICS, Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica.
Se
está viviendo la finalización de la era de la civilización. Las profundas
contradicciones irresueltas del capitalismo han transformado el sistema mundial
de estados en un sistema mundial de estados fallidos: la polarización de la
riqueza aumenta sostenidamente, agudizando los problemas de alimentación, de
salud y en general todos los problemas sociales. Los problemas de contaminación
ambiental ponen en serio riesgo la sobrevivencia de la humanidad a causa de la
espiral diabólica que genera la competencia por el mercado. Los inmensurables
recursos que el sistema mundial de poder destina para el sostenimiento de su
estructura y su funcionamiento hacen cada vez más escasos los necesarios para
cubrir las necesidades elementales de la población, tensionándolas más allá de
los límites de la tolerancia. Finalmente, hay que reconocer que la humanidad ha
entrado a un estado de crisis política, en la que los gobiernos del mundo no
encuentran solución a esta situación de crisis y agotamiento del sistema sin
alterar la esencia de la explotación.
Han
empezado a surgir las bases de una nueva era, asentada en principios
humanistas, en la que el poder concentrado y vertical está siendo rechazado por
las bases conscientes, desde las calles, las que plantean la eliminación del
poder vertical institucionalizado. Por lo tanto exigen la eliminación del
estado, todas las instituciones militares y paramilitares, así como el poder
ejecutivo, legislativo y judicial, además de las estructuras de apoyo como los
partidos políticos y políticos profesionales.
Ante
el callejón sin salida al que ha conducido el capitalismo y el poder a la
humanidad, los pueblos del mundo exigen cada vez con más vehemencia la
apropiación de la riqueza para su distribución en forma equitativa a todos los miembros
de la sociedad, con una gestación del poder desde las bases, en el que la
centralidad económica, cultural y política del sistema capitalista se
transformará en una diversidad económica, cultural y política de contenido
humano en una sociedad horizontal, y una administración coordinadora bajo su
control que garantice la vida y el bienestar de cada uno de sus miembros, del
conjunto y la reproducción de la hermana naturaleza. A esta nueva etapa
centrada en el ser humano y la naturaleza hemos denominado como la era del
Humanismo Superior.
El
humanismo es un impulso, una fuerza interior, una necesidad espiritual, una
conciencia, que brota y asciende desde lo más recóndito del ser humano hacia su
exterior. Es una nueva cultura asentada en una eficiente y equitativa distribución
de la riqueza, que prioriza la felicidad en base al amor. El humanismo es una
sociedad horizontal con un amplio horizonte hacia el crecimiento de los valores
que sustentan su existencia, al margen de los abusos del poder.
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