Ocaso del poder
Por Álvaro Jordán
La debacle del sistema socialista obligó a la izquierda latinoamericana a
revisar su estrategia de lucha para la toma del poder. Como hito referencial se
puede decir que el proceso implosivo se inició con la introducción de la perestroika
en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en marzo de 1985, por
su presidente Mijail Gorvachov.
Hasta noviembre de 1989, fecha de
la caída del muro de Berlín, colapsó el sistema internacional socialista y con
él la URSS. En el 1990 la izquierda latinoamericana, reunida con el nombre de
Foro de San Pablo y bajo la égida del comunismo internacional, acordó unificar
una nueva estrategia para la toma del poder total en el continente americano,
al que se dio el nombre de socialismo del siglo 21.
Luego de la revolución cubana y
nicaragüense, el proceso de la toma del poder por las armas en América entra a
una fase de obsolescencia, que es demostrada por los reiterados fracasos que se
suceden a lo largo del continente, como son las guerrillas de Colombia, las de
Bolivia, dirigida nada menos que por el mítico Guevara y todas las que se
inician en los distintos países. Por otro lado el ascenso democrático de Salvador
Allende en Chile demostró la factibilidad de hacerlo por esta vía.
La derrota internacional de las
diversas versiones izquierdistas obligó a su unidad mediante el denominado Foro
de San Pablo, alrededor de unas pocas premisas de trabajo: 1. Alianza con todas
las organizaciones, estatales y no estatales, del mundo, que se declaren
enemigas del imperialismo norteamericano, independientemente de toda diferencia
ideológica. 2. Asumir la democracia como método de lucha por el poder, ampliada
con consignas de contenido humano y ambientalistas, campos en los que el
liberalismo en crisis no tiene respuestas. 3. Consolidar la toma del poder
político con la hegemonía económica del estado mediante nacionalizaciones
selectivas. 4. Ganar tiempo con políticas populistas, hasta que la crisis del
sistema liberal genere las condiciones para la consolidación de una economía
comunista.
En resumen el socialismo del
siglo 21 es una vía democrática para la toma del poder total y con ello imponer
una dictadura comunista. Es decir un nuevo camino para alcanzar el mismo fin. Un
fin ya conocido por su fracaso: el colapso del sistema socialista de 1989.
La ausencia de soluciones
virtuosas a la crisis de las macro políticas del sistema económico globalizado
desencadena soluciones diabólicas, que son aprovechadas por los ofertantes de
mitos de ideas igualitarias. Así por ejemplo, se solucionan las quiebras
empresariales o se mejora la competitividad de la producción con los fondos
generados por el remplazo de la fuerza laboral mediante la automatización y la
robotización, restringiendo los salarios y/o disminuyéndolos, en forma directa
o indirecta, mediante la inflación, mediante el recorte de los beneficios
sociales, la eliminación de servicios públicos, el incremento de impuestos y
todo tipo de medidas cargadas al sector social, con lo que se aumenta la
desocupación, la pobreza, el descontento social al mismo tiempo que se
despierta la consciencia contra los abusos del poder.
La crisis terminal del sistema capitalista,
con la globalización del mercado, ha generado el ambiente adecuado para nuevos
ofrecimientos de mitos, de los que se aprovechan oportunistas de toda laya para
apoderarse del poder y consolidar estructuras verticales de tipo fascista, al
estilo de Stalin, la dinastía de los Kim en Corea de Norte, la sucesión
hereditaria de los castros en Cuba y las diversas experiencias dictatoriales
del fracasado sistema comunista. Las comunas estatales, expresión de la
igualdad comunista, ofrecidas por las dirigencias del socialismo del siglo 21,
sólo serían factibles bajo el férreo control del estado, motivo por el que los
gobiernos ponen todo su empeño en su fortalecimiento, tozudez irracional ya que
sigue despreciando el fracaso internacional de la economía estatal, ya sea esta
socialista o comunista.
Los promotores del socialismo del
siglo 21 tienen extremados cuidados en ocultar al pueblo que la economía del
estado no es otra cosa que una variante, de su acérrimo enemigo, el
capitalismo. El capitalismo privado es hermano del capitalismo de estado, ambos
explotan a los sectores sociales, a los trabajadores, a los campesinos, a las
clases medias, a la mujer, a los nativos, al pueblo todo en beneficio del
propietario del capital, ya sea este privado o estatal.
La implosión del sistema
socialista es la prueba más contundente de la incompatibilidad de los intereses
del pueblo con los intereses del estado. La crisis terminal del mercado globalizado
es otra prueba contundente de la incompatibilidad de los intereses del capital
privado con los del pueblo, demostrando así que el capital privado y el del
estado son contrarios al interés del pueblo, por lo tanto su eliminación será
refrescante para el espíritu y provocará un salto cualitativo en el bienestar
de la humanidad.
La reflexión teórica del
Humanismo Superior[1] sobre
el desarrollo histórico de la humanidad concluye que el sustento del
capitalismo es el poder, así como el sustento de los distintos modos
productivos de la era de la civilización. La crisis terminal del sistema de
explotación imperial es la crisis del poder que lo sostiene. La humanidad ha
ingresado a una fase de transición hacia una nueva era, la del Humanismo
Superior. El poder se retrae bajo la presión de la crisis del sistema y de la
nueva conciencia de las bases.
La intensa confrontación padecida
por el pueblo venezolano en la disputa por el poder entre el oficialismo y la
oposición es apenas un detalle de la lucha por el poder mundial entre el
imperialismo norteamericano y sus aliados estatales, empresariales y políticos,
por un lado, y un complejo conjunto de estados, unidos como contra hegemonía
norteamericana, cuya identificación política varía desde reconocidas
democracias como la del Uruguay y despreciables dictaduras como las de Corea
del Norte y Cuba. Ambos buscando aumentar el poder mediante nuevas y más
amplias agrupaciones cupulares. En el fondo, enfrentados por la consolidación
de un poder mundial de explotación de la humanidad.
Este poder es la esencia de la
degradación humana, promueve y se sostiene con la violencia, fomenta las
guerras y los genocidios, es el origen de la ausencia de principios y valores
morales, es la causa de la corrupción y la criminalidad, en resumen es la
barrera para el desarrollo de los derechos humanos y del respeto a la
naturaleza. Es el enemigo del Humanismo Superior [2].
Tierras del Libertador Grigotá.
Abril, 2013
Abril, 2013
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