Cooperativistas, asalariados y comunitarios
Por Álvaro Jordán
La pelea entre
mineros cooperativistas y asalariados colocó nuevamente al Estado en una
encrucijada, la que con mucha dificultad está logrando sortear, después de
paros nacionales de parte de los cooperativistas por un lado y de parte de la
Central Obrera Boliviana, por el otro, incluido muerto y heridos. El Presidente
muy suelto de cuerpo declaraba que el problema debía ser resuelto mediante el
diálogo de los sectores enfrentados, se sobreentiende que con la participación
del Estado, presionando y manipulando a los litigantes para lograr una solución
acorde a los intereses de la burocracia oficial. Para evitar cualquier
responsabilidad sobre un posible descontrol con trágicas consecuencias, el
presidente viajó al exterior y para eludir una confrontación con el presidente
también viajó el vicepresidente.
Si los
cooperativistas y asalariados pudieran, en un arranque de lucidez sentarse a
dialogar, demostrarían que no hace falta el Estado para buscar soluciones
acorde a los intereses de ambos sectores. Esta situación en las actuales
condiciones no es posible porque existen otros sectores cuyos intereses tienen
que coordinarse y/o complementarse a los de los mineros, como ser los de
educación, salud, caminos, transporte, vivienda, alimentos, etc, etc., además
de los intereses propios del Estado.
Los intereses
de los distintos sectores y los del Estado, los maneja éste, por supuesto que
priorizando los suyos y acomodando todos los demás a ellos. En resumen todo el conjunto trabaja para
satisfacer, en primer lugar, los intereses que el Estado representa, esto es la
burocracia masista, los banqueros nacionales e internacionales, los intereses
de la coca del Chapare y a través de estos, en forma indirecta, los del
narcotráfico y no olvidar los exorbitantes recursos para las Fuerzas Armadas y
la Seguridad.
Los intereses
del Estado son contrarios al de los distintos sectores sociales y económicos.
La burocracia como grupo de confianza del ejecutivo apenas logra conformar una
deformante oclocracia masista. Los banqueros
constituyen el grupo
privilegiado, beneficiario del excedente del trabajo producido por el pueblo en
su conjunto. El sector cocalero se
transforma en el instrumento de explotación patronal del trabajador por el
embrutecimiento generado con el masticado de la coca. Lo más grave es que la
coca de las federaciones del Chapare, de la cual el presidente Evo Morales es
su presidente, es la que se utiliza para la producción de la cocaína, droga con
la que se degrada la juventud boliviana y extranjera. Finalmente, no hay que
olvidar los ingentes recursos utilizados en las fuerzas armadas y seguridad,
recursos que se le quita a los trabajadores y a la juventud impidiendo la
atención de la salud, la educación y otros.
Las
cooperativas mineras son una forma de organización productiva de la minería,
que emerge de las crisis de la misma minería, esto es de la incapacidad de la
minería formal para garantizar las fuentes de trabajo, y se consolida en la época
de bonanza por su mayor productividad.
Sus
antecedentes se remontan a la época colonial, en Potosí. Kajcha se llamaba al
trabajo libre, de apropiación directa del producto del trabajo que realizaba el
minero fuera del horario normal de trabajo, generalmente los fines de semana.
Esto es lo que posteriormente se conoció como cuentapropistas o sea
trabajadores por cuenta propia que
entregaban su producción a rescatadores o comercializadores mayoristas.
Con la
nacionalización de los barones del estaño y la creación de la Corporación
Minera de Bolivia (Comibol) el trabajo libre del minero creció lo suficiente
como para adoptar la forma orgánica conocida como cooperativa. Estas son
agrupaciones que reciben en alquiler alguna área minera, ya abandonada por Comibol,
para su explotación por los cooperativistas, trabajadores en principio,
abandonados totalmente a su suerte, sin ninguna protección legal, de seguridad
social u ocupacional, sin ninguna planificación técnica que mejore la
eficiencia en la recuperación del mineral. Los mineros experimentados,
silicosos y tuberculosos, eran expulsados por Comibol para disminuir las cargas
sociales, constituyendo el ejército creciente de cooperativistas, reconocidos
por ley del 13 de setiembre de 1958 y agrupados en la Federación de
Cooperativistas Mineros (Fencomin).
La
organización cooperativa del trabajo minero se va generando en forma espontánea
al margen de la organización formal del trabajo y como un complemento de ésta.
Es un proveedor de fuentes de trabajo imposibles de ser generadas por el
Estado. El sector asalariado de Comibol apenas sobrepasa los 10.000 mineros en
la actualidad, mientras que los cooperativistas ya bordean los 100.000.
La importancia
numérica de los cooperativistas los ha transformado en una poderosa fuerza
política, que se multiplica enormemente en su alianza con las comunidades
campesinas, quienes reclaman la propiedad de los recursos naturales encontrados
en sus territorios, dándoles
la posibilidad de que sus movimientos de presión logren bloquear las carreteras
de todo el país, como ha sucedido durante las protestas del 24 al 26 del
presente mes y ha logrado arrancar del Estado un acuerdo favorable.
En la lucha por las áreas de trabajo entre
cooperativistas y asalariados, en un enfrentamiento similar en Huanuni, en
octubre de 2006, luego de la muerte de cerca de 20 mineros y un centenar de
heridos, el gobierno resolvió el conflicto a favor de los asalariados,
incorporando a los cooperativistas a la planilla de Comibol. Ahora en Colquiri,
con las adelantadas declaraciones del presidente Morales, atendiendo a sus
necesidades electorales futuras, el poder se inclina por los cooperativistas.
La Cooperativa 26 de Febrero, en el anterior acuerdo
logrado con el gobierno de Morales,
pasaron de marginales a dueños de un sector importante de la mina de
Colquiri con lo que, transformados en empresa, están en condiciones de iniciar
una etapa de desarrollo minero superior con todos los avances de la técnica
moderna.
Evidentemente esto exige una nueva
legislación de cooperativas, que reconozca su rol como generador de fuentes de
trabajo, que a su vez asegure recursos económicos en forma de regalías e
impuestos, otorgue los beneficios sociales a sus miembros, además, las
cooperativas deben estar prohibidas de transferir sus derechos a terceros, hay
que recordar que en 1999 la Cooperativa
26 de febrero[1]
ya vendió su concesión a Mercosur por 2.000.000 de dólares.
Los mineros asalariados insisten en su vieja
consigna de la lucha de clases y la transformación de la economía en monopolio
del Estado, componente esencial del último documento del Congreso de la Central
Obrera de Bolivia (COB). Es el Caballo de Troya con el que sueña la agonizante
izquierda clasista en busca de su renacimiento, una perfecta estratificación
del poder en su beneficio. La arrogante Federación de mineros ya convertida en
indiscutidos reyezuelos de la COB busca la consolidación del monopolio del
Estado para su administración por el partido único de la nueva dictadura,
siguiendo el antiguo modelo soviético.
Al movimiento cooperativista se le plantean
dos alternativas extremas: una conservadora y la otra revolucionaria.
La alternativa conservadora estaría enmarcada
con su desarrollo hacia la consolidación del poder del Estado, con lo que se
reproducirían los defectos de todo Estado verticalista por lo tanto
centralista, colonialista y explotador. Como muestras de los efectos
deformantes del capitalismo sobre las cooperativas podemos mencionar: las
cooperativas de ahorro y crédito a nivel nacional, que lucran con los intereses
de los ahorristas y algunas cooperativas de servicios de Santa Cruz, donde nada
más que los consejeros[2] tienen salarios que alcanzan los 50.000
bolivianos.
La alternativa revolucionaria, calificada
así por la profundidad de sus propuestas y no por algún contenido violentistas,
tiene como objetivo central transformar el Estado autoritario en una
administración al servicio de los intereses de las bases propietarias, intermediados
por la socialización en las organizaciones comunitarias, esto en otras palabras
es la formación de una sociedad administrada por un poder generado en las bases
y estrechamente controladas por las mismas.
Evidentemente los valores que sustenta la
organización cooperativista minera están estrechamente emparentados con los
valores humanistas que sostiene el movimiento nativo comunitario de la cuenca amazónica-platense y
de los aynis del altiplano por lo que es en su asociación donde se podrán
efectivizar los principios del cooperativismo[3]: de
solidaridad, igualdad, reciprocidad, equidad, finalidad social y no lucro de
sus asociados, que es imposible realizar en un Estado escindido en clases.
En las Tierras del Libertador Grigotá
Setiembre
del 2012
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