Por correo electrónico se acaba de difundir el ensayo Humanismo primitivo, civilización y humanismo superior, cuya autoría corresponde al investigador social y catedrático Ing. Álvaro Jordán. Novedosa producción teórica que marca la diferencia respecto a las publicaciones cotidianas por su originalidad, la problemática abordada y su singular tratamiento: una manera de leer el desarrollo histórico político de la humanidad con el aplomo del que sabe adonde llegar sin temor ni dubitaciones, comenzando de hechos lejanos hasta llegar a la opinión cada vez más generalizada de encontrarse la globalización en un proceso de crisis terminal, que amenaza las bases del humanismo y la civilización.
De inicio, Álvaro Jordán desvela las incongruencias del marxismo ortodoxo (Marx-Engels) al identificar la comunidad primitiva como propietaria de los medios de producción, sin advertir estos autores que las herramientas primigenias eran de propiedad privada, sin la existencia del comercio ni de la propiedad particular o colectiva. En el salvajismo se introdujo el fuego, el arco y la flecha, para pasar a la barbarie con la alfarería, la domesticación de animales y el cultivo de plantas. Siguiendo a Jordán en este largo periodo aparece el excedente de trabajo, la separación de la sociedad en clases, la configuración del poder, la fundición del hierro para llegar a la civilización con la escritura alfabética.
Y este es el punto nodal del problema planteado en el ensayo, a partir “del poder como la capacidad de influir en los demás para conseguir que hagan lo que este quiere que hagan”. Esto es, desconocer el don que está en el principio del reconocimiento del otro, que viene a ser la génesis del ser social mediante la razón de una economía humana: “Ya sea que si hay que donar para ser, para donar hay que producir”. Dando lugar al poder, a la apropiación del excedente generado por el productor directo durante el feudalismo o las monarquías absolutistas, hasta llegar a la priorización del ser social al margen del individuo, como ocurre en el socialismo real, que ha sufrido su agotamiento y subsiguiente implosión. O por el otro lado, con el capitalismo, que se apropia del excedente productivo bajo los eslóganes de libertad, pero administrando privadamente los resultados.
Por ello, es necesario sustentar lo que siempre ha sido el alma de los pueblos: “La cultura del humanismo que se eleva desde las bases respetando la riqueza de la diversidad, ya sea de los individuos, de la cultura, de las identidades, de las regiones, de las naciones y promover la inclusión complementaria de esa diversidad. O sea, crear la conciencia existencial de la humanidad y la naturaleza, fortaleciendo de esta manera la gestación del humanismo superior como un cambio cualitativo indispensable para la conformación de una nueva era del desarrollo humano y la única alternativa, no catastrófica, para el futuro de la humanidad”.
* Catedrático universitario |
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