Presidencialismo
y Democracia
Por
Álvaro Jordán
La tradicional política de
privilegios, en beneficio de las oligarquías americanas, consolidada al calor
de la globalización del mercado, transformó al continente en la región con
mayores diferencias entre ricos y pobres.
La agudización de los problemas sociales, como el
incremento de desocupados, de la emigración de trabajadores y de la corrupción
dio pie para sensibilizar a la población a favor de ofertas populistas, socialistas,
ambientalistas y humanistas que lanzó, con
mucho cálculo, la heterogénea mezcla de izquierdas; fracasada en la
segunda mitad del siglo pasado, y ahora, ya recuperada alrededor del foro de San Pablo, gracias a las urgencias humanas
generadas por la miseria.
Se trata simplemente de los viejos sectores
socialistas y de la izquierda radical, con profundos y complejos resentimientos,
resultados de la debacle del sistema imperialista de los autodenominados
“Estados socialistas”.
Han sido incapaces de reconocer la profundidad de
los cambios que exige la sociedad, cayendo en la ya desgastada oferta
socialista; de hegemonía de clase, de verticalismo autoritario, de sectarismo
político, del monopolio estatal de la economía, y la gobernabilidad garantizada
por el poder militar. Sin lograr dar una solución efectiva a los graves
problemas de carácter humano y ambiental. La desocupación sigue creciendo a
pesar de los precios favorables de los productos exportados, la distribución de
las riquezas no ha mejorado, razón por
la que la corrupción crece en forma incontenible, los grupos delincuenciales se
confunden con instituciones del Estado, la inseguridad ciudadana se ha vuelto
insoportable y la contaminación amenaza la existencia misma del género humano
Ante las previsibles amenazas sociales que ya se
avizoran en el horizonte a causa de los crecientes abusos de presidentes que
desconocen sus responsabilidades democráticas, los sectores privilegiados por
el verticalismo autoritario, solidariamente, se aglutinan regionalmente para
consolidar la centralización del poder.
La Organización de Estados Americanos se solidarizó
con el Presidente Zelaya, quien había sido censurado por el Congreso y la Corte
Suprema de Justicia por su pretensión de acomodar las leyes para asegurar su
reelección.
Todo el sistema interamericano de gobiernos
centralistas hizo la vista gorda cuando Noriega, el 2011, violando la Constitución y las leyes se hizo
reelegir para un tercer periodo presidencial.
En la reciente Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, casi todos los
países de la región amenazaron con no asistir a futuras cumbres entre Estados
Unidos y Latinoamérica si Cuba no es invitada. Pasando por alto que Cuba no ha
permitido elecciones libres en más de cinco décadas, informó la agencia EFE.
Finalmente UNASUR ha censurado la destitución del Presidente Lugo, que hizo
el Congreso paraguayo por abrumadora mayoría, desconociendo la representación
de la voluntad plural del pueblo
paraguayo.
Este resumen de los
hechos más importantes sucedidos en los inicios del presente siglo muestran que
el poder de las organizaciones internacionales de América, a pesar de su inútil
diversidad, aparte del uso mediático abusivo, como la OEA, ALBA, UNASUR, Cumbre
de las Américas y otras, al igual que las de Europa, ha empezado un lento
proceso de reajuste acorde a las exigencias de la valoración de opiniones menos
verticalistas. La destitución de los presidentes de Paraguay, de Honduras y los
cuestionamientos a los verticalismos presidencialistas de Cuba, Bolivia,
Nicaragua, Venezuela y Ecuador es un reclamo por una democracia plural y por el
respeto al derecho del control de los distintos sectores de bases,
representados en las cámaras legislativas.
En las Tierras del
Libertador Grigotá
03 de julio de 2012
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