Descolonización,
racismo y poder
Por Álvaro Jordán
El tema de la descolonización es un planteamiento
político central del programa del gobierno boliviano, tema con el que, de
alguna manera todos estamos de acuerdo, pero con interpretaciones diferentes.
Para los capitalistas de estado, más conocidos como internacionalistas de
izquierda, es la lucha contra las imposiciones del imperialismo norteamericano;
para los capitalistas privados, también conocidos como neoliberales, es la
lucha contra las imposiciones secantes del imperialismo socialista. En la época
del coloniaje europeo en América fue conocido como la lucha por la
independencia del continente, particularmente para Bolivia, contra el coloniaje
español; la guerra contra el fascismo, del 1939 al 1945, fue una guerra
imperial por una nueva distribución de las colonias y en la segunda mitad del
siglo XX se dieron las guerras de liberación del tercer mundo colonizado y
naciones sometidas por los imperialismos del capital privado y estatal.
En realidad el colonialismo es tan antiguo como la
civilización misma. Nace con la aparición del poder. Éste es el requisito
indispensable para el sometimiento de la voluntad del ser humano a la de otro
ser humano. Las luchas por los derechos de la mujer, las luchas contra los
fundamentalismos religiosos, contra el esclavismo, la necesidad de la
descolonización cultural, los reclamos contra la hegemonía de los trabajadores
mineros en las Central Obrera Boliviana, contra la hegemonía de clase en toda
la estructura sindical mundial, las rebeliones apartidarías de los indignados y
de la primavera árabe, en fin, es la rebelión de los sometidos contra las
imposiciones del poder, son otras formas de las luchas contra el colonialismo. Los
afanes descolonizadores de la humanidad es una manera de manifestarse el
proceso de humanización, que se hace presente cada vez con mayor fuerza en las
reivindicaciones de los sometidos a las arbitrariedades del poder.
La diversidad étnica y cultural de Bolivia y los
antecedentes de los nacionalismos
homogeneizantes de la identidad nacional, después de dos siglos de amargas
experiencias, nos dejan convencidos de que el nacionalismo, independientemente
de las ideologías, sólo es el pretexto necesario para imponer los intereses y
la voluntad de la elite gobernante sobre los nacionalismos de las minorías y de
la imposibilidad de una coexistencia armónica y equilibrada en la diversidad,
en un régimen de poder centralizado.
En el gobierno de Evo Morales, el planteamiento
descolonizador también conforma un frente colonizador, constituyéndose en el
instrumento de la consolidación del poder personal del Presidente. El discurso
anti imperialista se concreta con la expulsión del Embajador Norteamericano, de
la DEA y otros. El discurso contra el coloniaje español expresa resentimientos
de revanchismo contra los 300 años de imposición colonial española y 200 años
de sometimiento a una élite oligárquica, es el colonialismo interno que en
otros trabajos hemos caracterizado con un contenido cultural españolista y al
servicio del centralismo paceño, casta racista, blancoide que desconoció la
ciudadanía de los nativos, responsable de la desmembración nacional y se
consolidó sobre la explotación de marginados nativos, campesinos, grupos
sociales, sectores regionales y otros.
En la actual etapa de transición se hacen ofertas
reivindicativas fantasiosas. Todavía el poder dispone de recursos que le
permiten reconfigurarse para asegurar la continuidad de la explotación y del
enriquecimiento ilícito. Es lo que en Bolivia sucede con el Movimiento al
Socialismo cuyo proceso en sus inicios de contenido aparentemente anticolonialista,
indigenista, mezclado con indianismo, socialismo y ambientalismo ha devenido en
un pachamamismo, que llena la boca con esas reivindicaciones, sin embargo su
esfuerzo principal está orientado al fortalecimiento del poder para consolidar
un gobierno de contenido racista, colonialista y desarrollista. Racista por
haber hecho aprobar una Constitución Política del Estado con tres categorías de
ciudadanos: los indígenas, los interculturales y los otros; situación que se
confirma una vez más con la imposición de un censo racista y, como el vulgo
dice, político, cuando se trata de planteamientos cínicos, al discriminar a la
mayoría mestiza e imponer en Beni una etnia no existente en reemplazo de las
ancestrales. Colonialista, porque, aparte del colonialismo partidario en la
estructura pública, más conocido como sectarismo político, impone el
sometimiento de los distintos pueblos a la hegemonía aymara y quechua, identificado
como colonialismo interno aymara, algunos con una arrogante agresividad etnocida
le llaman “Poder Kolla”, en reemplazo del colonialismo españolista. Desarrollista
porque se ha integrado a la estructura de explotación internacional con el
aprovisionamiento de materias primas como es la política de defensa de la coca,
materia prima de una de las transnacionales más poderosas del planeta: el
narcotráfico; la exportación del gas en desmedro de la atención a las
necesidades internas o la construcción de una carretera internacional, entre el
pacífico y el Brasil, para el transporte de la producción transnacional,
olvidando que con ello destruye la riqueza biológica de uno de los parque
nacionales más importantes de Bolivia: el Parque Nacional del Isiboro Sécure, y
condena al etnocidio a los nativos mojeños, yurakarés y chimanes, verdaderos dueños
del parque.
La simbología
aymara dispuesta por el estado, así como la centralización de la educación son
otras expresiones del colonialismo cultural impuesto por el gobierno del
Movimiento al Socialismo, pero lo grave es la política de ocupación física de
las tierras de los cambas por los kollas, así como las políticas de restricción
de los recursos que pertenecen a los departamentos, ya que constituyen acciones
que impactan directamente en los derechos naturales de la población de la
cuenca amazónica y platense y amenazan la existencia de sus pueblos,
transformándose en argumentos divisionistas de la heredad nacional promovidos
por el estado colonial-aymara.
Las luchas de los
ancestrales pueblos kandirenses por la descolonización han sido de un nivel de
consciencia política extraordinaria, fue de cerca de 400 años la duración de la
guerra de la Chiriguanía libre contra el colonialismo español y del españolismo
republicano. De la región amazónica-platense nació la exigencia de modificación
de la Constitución que reconozca el derecho a los territorios de los pueblos de
todo el País y por la descolonización republicana. Las luchas por el
federalismo y las reivindicaciones de los intereses regionales fueron hechos
permanentes en la llanura, los que junto con la guerra federal del traicionado
Zárate Villca constituyen los hitos más importantes contra el colonialismo.
Fueron los
antecedentes sobre los que se apoyó el pueblo boliviano en la lucha por la
libertad, ofrendando muchas vidas para acabar con el colonialismo republicano.
Una vez más la falacia se ha impuesto en la ya desacreditada política
boliviana, ya que el MAS a la cabeza de Evo Morales se apropió del movimiento
anticolonialista para imponer un nuevo colonialismo, ahora de carácter
indígena, el pachamamismo aymara, aliado con sectores cada vez más desembozados
del empresariado colonial y el capitalismo de estado, ambos responsables de la
crisis terminal de la civilización, antesala del humanismo superior.
Es
indispensable reconocer que los intereses de los nativos y de los sectores
mestizos marginados por el colonialismo republicano y, ahora, nuevamente
marginados por el pachamamismo aymara tienen el mismo interés libertario para
impedir la consolidación del nuevo colonialismo del MAS.
Bolivia sólo
será salvada del colonialismo, el divisionismo y los abusos del poder con la
conformación de una estructura gubernamental colectiva y de iguales, con una
administración en red, de carácter dialogal y obediente a los mandatos de las
bases.
En las Tierras del
Libertador Grigotá
Noviembre
del 2012