jueves, 14 de febrero de 2013

La mujer, hermana del hombre


La mujer, hermana del hombre

                        Por Álvaro Jordán

En la cosmogonía de nuestros ancestros kandirenses la naturaleza era hermana del hombre, a la que había que cuidar, respetar y amar para que nos regale con los dones de la naturaleza, de no ser así lo castigaba negándoselos.

Refleja el profundo respeto y cariño que tenía el hombre por  la mujer, la coloca horizontalmente a su lado en calidad de hermana, significando la igualdad con que eran considerados mutuamente.

En la antigua sociedad minoica, infancia de la sociedad griega, las mujeres no sólo eran reconocidas como tales, sino que gozaban de una serie de derechos que garantizaban su independencia. Se imponía la sucesión matrilineal, con lo que trasmitían el estatus y el apellido a los hijos. Los pueblos neolíticos de la antigua cultura europea estaba regida por la diosa reina, con potestad sobre la vida y la muerte. Las primeras divinidades fueron femeninas como Gea, La hierogamia minoica dio nombre a las diosas veneradas por los distintos cantones en formación como son: Artemisa, Rea, Pasifae, Europa, Atenea, Dictina, Jenodice  y muchas más.   Con este resumen se muestra la destacada preponderancia de la mujer en la cultura del humanismo primitivo.

Fue con la imposición del poder, ejercido por los pueblos guerreros, que se sometió la mujer a la autoridad del hombre. Se impuso el patriarcado y con ello la esclavitud, en primer lugar de la mujer y luego la de los pueblos sometidos, con ello se consolidó la sociedad de clases y como su garantía se construyó el estado.

La civilización, desde su nacimiento se ha caracterizado por la exacerbación de las diferencias y con ellos los privilegios, el más importante fue la consolidación de la propiedad y con ello la propiedad de la mujer.

Las luchas por humanizar la sociedad son las que van arrancando de a pedazos la dignificación de la mujer. Apenas, hacen 60 años, que se consiguió el derecho a la ciudadanía de la mujer con la posibilidad a participar políticamente con el voto, poco después al derecho al patrimonio matrimonial y otras conquistas que se han ido logrando en la medida que se despierta la sensibilidad humana.

Es una gran mentira, es demostración de cinismo, por lo tanto de la doble moral de una parte significativa de la sociedad cuando un dignatario de estado, nada menos que con el rango de Vicepresidente, muy suelto de cuerpo, dice que no es parte de nuestra cultura la violencia contra la mujer. Peor aún cuando el mismo Presidente ofrece protección a los hombres en el cuartel al incitar a los jóvenes a tener hijos en las mujeres del TIPNIS para imponer sus objetivos políticos, como es la economía de la coca, es una monstruosidad que no encuentro nombre para su tipificación. La política oficial ha sido de protección a los violadores, golpeadores y feminicidas del partido oficial en estos seis últimos años. Bolivia es uno de los países donde más se discrimina a la mujer. Se la discrimina en forma masiva cuando en la vida diaria y particularmente en las fiestas folklóricas se la obliga a usar ropa indígena para confirmar la identidad nativa, mientras que el hombre se oculta con la ropa occidental. De los crímenes y las palizas que recibe la mujer  para conseguir la sumisión ya han escrito muchos, baste repetir la última estadística que indica que más del 80% de las mujeres bolivianas son agredidas.

En todo caso vivimos una cultura donde todavía hay un largo camino para recorrer en búsqueda de la dignificación de la mujer. Mientras exista el derecho a la propiedad será un sueño, por el que hay que seguir luchando. Mientras tanto sólo el hombre tiene derecho a la felicidad, es decir algunos hombres, los que detentan la propiedad, los otros, la gran mayoría de la población, los empleados, los asalariados los trabajadores, los campesinos, los nativos  juntos con las mujeres, les queda el camino de la heroica lucha por sus derechos.

Es muy claro que dentro de la civilización no hay ninguna respuesta para la dignificación de estos grandes sectores sociales. Es dentro del humanismo superior donde se encuentran los argumentos teóricos y la factibilidad política de alcanzar una sociedad que contemple el reconocimiento de los derechos de las bases hasta ahora marginadas por la cultura de la propiedad.

En el humanismo superior, con la participación directa de las bases femeninas, hermanas de las masculinas, en igualdad de condiciones, luego de la eliminación de la expropiación de los beneficios del producto del trabajo, de la ciencia, la tecnología y los recursos naturales  es que se encontrarán las relaciones necesarias, asentadas en los principios de justicia, libertad, equidad, complementariedad, de diálogo, de reciprocidad y no violencia, para instrumentalizar  los mecanismos que reconozcan el derecho de todos a ser parte de esta humanidad con dignidad.

En las Tierras del Libertador Grigotá

Febrero 2013