domingo, 21 de abril de 2013

Ocaso del poder

Ocaso del poder
Por Álvaro Jordán   
La debacle del sistema socialista obligó a la izquierda latinoamericana a revisar su estrategia de lucha para la toma del poder. Como hito referencial se puede decir que el proceso implosivo se inició con la introducción de la perestroika en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en marzo de 1985, por su presidente Mijail Gorvachov.                 
Hasta noviembre de 1989, fecha de la caída del muro de Berlín, colapsó el sistema internacional socialista y con él la URSS. En el 1990 la izquierda latinoamericana, reunida con el nombre de Foro de San Pablo y bajo la égida del comunismo internacional, acordó unificar una nueva estrategia para la toma del poder total en el continente americano, al que se dio el nombre de socialismo del siglo 21.
Luego de la revolución cubana y nicaragüense, el proceso de la toma del poder por las armas en América entra a una fase de obsolescencia, que es demostrada por los reiterados fracasos que se suceden a lo largo del continente, como son las guerrillas de Colombia, las de Bolivia, dirigida nada menos que por el mítico Guevara y todas las que se inician en los distintos países. Por otro lado el ascenso democrático de Salvador Allende en Chile demostró la factibilidad de hacerlo por esta vía.
La derrota internacional de las diversas versiones izquierdistas obligó a su unidad mediante el denominado Foro de San Pablo, alrededor de unas pocas premisas de trabajo: 1. Alianza con todas las organizaciones, estatales y no estatales, del mundo, que se declaren enemigas del imperialismo norteamericano, independientemente de toda diferencia ideológica. 2. Asumir la democracia como método de lucha por el poder, ampliada con consignas de contenido humano y ambientalistas, campos en los que el liberalismo en crisis no tiene respuestas. 3. Consolidar la toma del poder político con la hegemonía económica del estado mediante nacionalizaciones selectivas. 4. Ganar tiempo con políticas populistas, hasta que la crisis del sistema liberal genere las condiciones para la consolidación de una economía comunista.
En resumen el socialismo del siglo 21 es una vía democrática para la toma del poder total y con ello imponer una dictadura comunista. Es decir un nuevo camino para alcanzar el mismo fin. Un fin ya conocido por su fracaso: el colapso del sistema socialista de 1989.
La ausencia de soluciones virtuosas a la crisis de las macro políticas del sistema económico globalizado desencadena soluciones diabólicas, que son aprovechadas por los ofertantes de mitos de ideas igualitarias. Así por ejemplo, se solucionan las quiebras empresariales o se mejora la competitividad de la producción con los fondos generados por el remplazo de la fuerza laboral mediante la automatización y la robotización, restringiendo los salarios y/o disminuyéndolos, en forma directa o indirecta, mediante la inflación, mediante el recorte de los beneficios sociales, la eliminación de servicios públicos, el incremento de impuestos y todo tipo de medidas cargadas al sector social, con lo que se aumenta la desocupación, la pobreza, el descontento social al mismo tiempo que se despierta la consciencia contra los abusos del poder.
La crisis terminal del sistema capitalista, con la globalización del mercado, ha generado el ambiente adecuado para nuevos ofrecimientos de mitos, de los que se aprovechan oportunistas de toda laya para apoderarse del poder y consolidar estructuras verticales de tipo fascista, al estilo de Stalin, la dinastía de los Kim en Corea de Norte, la sucesión hereditaria de los castros en Cuba y las diversas experiencias dictatoriales del fracasado sistema comunista. Las comunas estatales, expresión de la igualdad comunista, ofrecidas por las dirigencias del socialismo del siglo 21, sólo serían factibles bajo el férreo control del estado, motivo por el que los gobiernos ponen todo su empeño en su fortalecimiento, tozudez irracional ya que sigue despreciando el fracaso internacional de la economía estatal, ya sea esta socialista o comunista.
Los promotores del socialismo del siglo 21 tienen extremados cuidados en ocultar al pueblo que la economía del estado no es otra cosa que una variante, de su acérrimo enemigo, el capitalismo. El capitalismo privado es hermano del capitalismo de estado, ambos explotan a los sectores sociales, a los trabajadores, a los campesinos, a las clases medias, a la mujer, a los nativos, al pueblo todo en beneficio del propietario del capital, ya sea este privado o estatal. 
La implosión del sistema socialista es la prueba más contundente de la incompatibilidad de los intereses del pueblo con los intereses del estado. La crisis terminal del mercado globalizado es otra prueba contundente de la incompatibilidad de los intereses del capital privado con los del pueblo, demostrando así que el capital privado y el del estado son contrarios al interés del pueblo, por lo tanto su eliminación será refrescante para el espíritu y provocará un salto cualitativo en el bienestar de la humanidad.
La reflexión teórica del Humanismo Superior[1] sobre el desarrollo histórico de la humanidad concluye que el sustento del capitalismo es el poder, así como el sustento de los distintos modos productivos de la era de la civilización. La crisis terminal del sistema de explotación imperial es la crisis del poder que lo sostiene. La humanidad ha ingresado a una fase de transición hacia una nueva era, la del Humanismo Superior. El poder se retrae bajo la presión de la crisis del sistema y de la nueva conciencia de las bases.
La intensa confrontación padecida por el pueblo venezolano en la disputa por el poder entre el oficialismo y la oposición es apenas un detalle de la lucha por el poder mundial entre el imperialismo norteamericano y sus aliados estatales, empresariales y políticos, por un lado, y un complejo conjunto de estados, unidos como contra hegemonía norteamericana, cuya identificación política varía desde reconocidas democracias como la del Uruguay y despreciables dictaduras como las de Corea del Norte y Cuba. Ambos buscando aumentar el poder mediante nuevas y más amplias agrupaciones cupulares. En el fondo, enfrentados por la consolidación de un poder mundial de explotación de la humanidad.
Este poder es la esencia de la degradación humana, promueve y se sostiene con la violencia, fomenta las guerras y los genocidios, es el origen de la ausencia de principios y valores morales, es la causa de la corrupción y la criminalidad, en resumen es la barrera para el desarrollo de los derechos humanos y del respeto a la naturaleza. Es el enemigo del Humanismo Superior [2].

Tierras del Libertador Grigotá.
Abril, 2013